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jueves, 7 de noviembre de 2013

Como rezar la Coronilla - La Voz de Santa María

Como rezar la Coronilla - La Voz de Santa María
Este santo, muy popular entre los comerciantes y ganaderos porque los protege de muchos males, nació en 1480 en Vicenza, cerca de Venecia, Italia.
Su padre, militar, murió defendiendo la ciudad contra un ejército enemigo. El niño quedó huérfano, al cuidado de su santa madre que se esmeró intensamente por formarlo muy buen. Estudió en la Universidad de Padua donde obtuvo dos doctorados y allí sobresalía por su presencia venerable y por su bondad exquisita que le ganaba muchas amistades. Se fue después a Roma, y en esa ciudad capital llegó a ser secretario privado del Papa Julio II, y notario de la Santa Sede. A los 33 años fue ordenado sacerdote. El respeto que tenía por la Santa Misa era tan grande, que entre su ordenación sacerdotal y su primera misa pasaron tres meses, tiempo que dedicó a prepararse lo mejor posible a la santa celebración. En Roma se inscribió en una asociación llamada "Del Amor Divino", cuyos socios se esmeraban por llevar una vida lo más fervorosa posible y por dedicarse a ayudar a los pobres y a los enfermos. Se propuso fundar una comunidad de sacerdotes que se dedicaran a llevar una vida lo más santa posible y a enfervorizar a los fieles. Y fundó los Padres Teatinos (nombre que les viene a Teati, la ciudad de la cual era obispo el superior de la comunidad, Msr. Caraffa, que después llegó a ser el Papa Pablo IV) San Cayetano le escribía a un amigo: "Me siento sano del cuerpo pero enfermo del alma, al ver como Cristo espera la conversión de todos, y son tan poquitos los que se mueven a convertirse". Y este era el más grande anhelo de su vida: que las gentes empezaran a llevar una vida más de acuerdo con el santo Evangelio. En ese tiempo estalló la revolución de Lutero que fundó a los evangélicos y se declaró en guerra contra la Iglesia de Roma. Muchos querían seguir su ejemplo, atacando y criticando a los jefes de la santa Iglesia Católica, pero San Cayetano les decía: "Lo primero que hay que hacer para reformar a la Iglesia es reformarse uno a sí mismo". San Cayetano era de familia muy rica y se desprendió de todos sus bienes y los repartió entre los pobres. En una carta escribió la razón que tuvo para ello: "Veo a mi Cristo pobre, ¿y yo me atreveré a seguir viviendo como rico?" Veo a mi Cristo humillado y despreciado, ¿y seguiré deseando que me rindan honores? Oh, que ganas siento de llorar al ver que las gentes no sienten deseos de imitar al Redentor Crucificado". En Nápoles un señor rico quiere regalarle unas fincas para que viva de la renta, junto con sus compañeros, diciéndole que allí la gente no es tan generosa como en otras ciudades. El santo rechaza la oferta y le dice: "Dios es el mismo aquí y en todas partes, y El nunca nos ha desamparado, si siquiera por un minuto". Fundó asociaciones llamadas "Montes de piedad" (Montepíos) que se dedicaban a prestar dinero a gentes muy pobres con bajísimos intereses. Sentía un inmenso amor por Nuestro Señor, y lo adoraba especialmente en la Sagrada Hostia en la Eucaristía y recordando la santa infancia de Jesús. Su imagen preferida era la del Divino Niño Jesús. La gente lo llamaba: "El padrecito que es muy sabio, pero a la vez muy santo". Los ratos libres los dedicaba, donde quiera que estuviera, a atender a los enfermos en los hospitales, especialmente a los más abandonados y repugnantes. Un día en su casa de religioso no había nada para comer porque todos habían repartido sus bienes entre los pobres. San Cayetano se fue al altar y dando unos golpecitos en la puerta del Sagrario donde estaban las Santas Hostias, le dijo con toda confianza: "Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada para comer". Al poco rato llegaron unas mulas trayendo muy buena cantidad de provisiones, y los arrieros no quisieron decir de dónde las enviaban. En su última enfermedad el médico aconsejó que lo acostaran sobre un colchón de lana y el santo exclamó: "Mi Salvador murió sobre una tosca cruz. Por favor permítame a mí que soy un pobre pecador, morir sobre unas tablas". Y así murió el 7 de agosto del año 1547, en Nápoles, a la edad de 67 años, desgastado de tanto trabajar por conseguir la santificación de las almas. En seguida empezaron a conseguirse milagros por su intercesión y el Sumo Pontífice lo declaró santo en 1671. San Cayetano bendito: lo que tú más deseabas: la conversión de los que somos tan pecadores, es un favor inmenso que no hemos logrado conseguir, pero que tú con tu intercesión nos puedes obtener. Pídele a Dios que nos logremos convertir. Dichoso el que Confía en Dios (Salmo 83).
La Iglesia le dedica este día para que la conozcamos y tratemos de imitar sus virtudes de delicadeza y perfección en las cosas pequeñas.
Hay dos santas con el mismo nombre: Santa Teresita del Niño Jesús o de Lisieux y Santa Teresa de Ávila (15 de Octubre). Ambas fueron monjas carmelitas, nos dejaron una autobiografía y son santas doctoras de la Iglesia. María Francisca Teresa nació el 2 de Enero de 1873 en Francia. Hija de un relojero y una costurera de Alençon. Tuvo una infancia feliz y ordinaria, llena de buenos ejemplos. Teresita era viva e impresionable, pero no particularmente devota. En 1877, cuando Teresita tenía cuatro años, murió su madre. Su padre vendió su relojería y se fue a vivir a Lisieux donde sus hijas estarían bajo el cuidado de su tía, la Sra. Guerin, que era una mujer excelente. Santa Teresita era la preferida de su padre. Sus hermanas eran María, Paulina y Celina. La que dirigía la casa era María y Paulina que era la mayor se encargaba de la educación religiosa de sus hermanas. Les leía mucho en el invierno. Cuando Teresita tenía 9 años, Paulina ingresó al convento de las carmelitas. Desde entonces, Teresita se sintió inclinada a seguirla por ese camino. Era una niña afable y sensible y la religión ocupaba una parte muy importante de su vida. Cuando Teresita tenía catorce años, su hermana María se fue al convento de las carmelitas igual que Paulina. La Navidad de ese año, tuvo la experiencia que ella llamó su “conversión”. Dice ella que apenas a una hora de nacido el Niño Jesús, inundó la oscuridad de su alma con ríos de luz. Decía que Dios se había hecho débil y pequeño por amor a ella para hacerla fuerte y valiente. Al año siguiente, Teresita le pidió permiso a su padre para entrar al convento de las carmelitas y él dijo que sí. Las monjas del convento y el obispo de Bayeux opinaron que era muy joven y que debía esperar. Algunos meses más tarde fueron a Roma en una peregrinación por el jubileo sacerdotal del Papa León XIII. Al arrodillarse frente al Papa para recibir su bendición, rompió el silencio y le pidió si podía entrar en el convento a los quince años. El Papa quedó impresionado por su aspecto y modales y le dijo que si era la voluntad de Dios así sería Teresita rezó mucho en todos los santuarios de la peregrinación y con el apoyo del Papa, logró entrar en el Carmelo en Abril de 1888. Al entrar al convento, la maestra de novicias dijo; “Desde su entrada en la orden, su porte tenía una dignidad poco común de su edad, que sorprendió a todas las religiosas.” Profesó como religiosa el 8 de Septiembre de 1890. Su deseo era llegar a la cumbre del monte del amor. Teresita cumplió con las reglas y deberes de los carmelitas. Oraba con un inmenso fervor por los sacerdotes y los misioneros. Debido a esto, fue nombrada después de su muerte, con el título de patrona de las misiones, aunque nunca había salido de su convento. Se sometió a todas las austeridades de la orden, menos al ayuno, ya que era delicada de salud y sus superiores se lo impidieron. Entre las penitencias corporales, la más dura para ella era el frío del invierno en el convento. Pero ella decía “Quería Jesús concederme el martirio del corazón o el martirio de la carne; preferiría que me concediera ambos.” Y un día pudo exclamar “He llegado a un punto en el que me es imposible sufrir, porque todo sufrimiento es dulce.” En 1893, a los veinte años, la hermana Teresa fue nombrada asistente de la maestra de novicias. Prácticamente ella era la maestra de novicias, aunque no tuviera el título. Con respecto a esta labor, decía ella que hacer el bien sin la ayuda de Dios era tan imposible como hacer que el sol brille a media noche. Su padre enfermó perdiendo el uso de la razón a causa de dos ataques de parálisis. Celina, su hermana, se encargó de cuidarlo. Fueron unos años difíciles para las hijas. Al morir el padre, Celina ingresó al convento con sus hermanas. En este mismo año, Teresita se enfermó de tuberculosis. Quería ir a una misión en Indochina pero su salud no se lo permitió. Sufrió mucho los últimos 18 meses de su vida. Fue un período de sufrimiento corporal y de pruebas espirituales. En junio de 1897 fue trasladada a la enfermería del convento de la que no volvió a salir. A partir de agosto ya no podía recibir la Comunión debido a su enfermedad y murió el 30 de Septiembre de ese año. Fue beatificada en 1923 y canonizada en 1925. Se le presenta como una monja carmelita con un crucifijo y rosas en los brazos. Ella decía que después de su muerte derramaría una lluvia de rosas. El culto a esta santa comenzó a crecer con rapidez. Los milagros hechos gracias a su intercesión atrajeron a atención de los cristianos del mundo entero. Escribió el libro “Historia de un alma” que es una autobiografía. Escribe frases preciosas como éstas en ese libro: “Para mí, orar consiste en elevar el corazón, en levantar los ojos al cielo, en manifestar mi gratitud y mi amor lo mismo en el gozo que en la prueba.”; “Te ruego que poses tus divinos ojos sobre un gran número de almas pequeñas.” Teresita se contaba a sí misma entre las almas pequeñas, decía “Yo soy un alma minúscula, que sólo puede ofrecer pequeñeces a nuestro Señor.” ¿Qué nos enseña Santa Teresita? Nos enseña un camino para llegar a Dios: la sencillez de alma. Hacer por amor a Dios nuestras labores de todos los días. Tener detalles de amor con los que nos rodean. Esta es la “grandeza” de Santa Teresita. Decía: “Quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra.”El secreto es reconocer nuestra pequeñez ante Dios, nuestro Padre. Tener una actitud de niño al amar a Dios, es decir, amarlo con simplicidad, con confianza absoluta, con humildad sirviendo a los demás. Esto es a lo que ella llama su “caminito”. Es el camino de la infancia espiritual, un camino de confianza y entrega absoluta a Dios. Nos enseña a servir a los demás con amor y perfección viendo en ellos a Jesús. Toda su vida fue de servicio a los demás. Ser mejores cada día con los demás en los detalles de todos los días. Nos enseña a tener paciencia ante las dificultades de la vida. Su enfermedad requirió de mucha paciencia y aceptación. Sólo estando cerca de Dios el sufrimiento se hace dulce. Nos enseña a tener sentido del humor ante lo inevitable. Dicen que durante la meditación en el convento, una de las hermanas agitaba su rosario y esto irritaba a Santa Teresita. Decidió entonces en lugar de tratar de no oír nada, escuchar este ruido como si fuera una música preciosa. En nuestras vidas hay situaciones o acciones de los demás que nos molestan y que no podemos evitar. Debemos aprender a reírnos de éstas, a disfrutarlas por que nos dan la oportunidad de ofrecer algo a Dios. Nos enseña que podemos vivir nuestro cielo en la tierra haciendo el bien a los que nos rodean. Actuar con bondad siempre, buscando lo mejor para los demás. Esta es una manera de alcanzar el cielo. Nos enseña a ser sencillos como niños para llegar a Dios. Orar con confianza, con simplicidad. Sentirnos pequeños ante Dios nuestro Padre. Oración
Virgen María y Santa Teresita, ayúdenme a tener más amor a Dios para servir mejor a los que me rodean.
San Expedito era un militar romano que vivió a principios del siglo IV, comandante de una legión romana en la época del emperador Dioclesiano.
Cuenta la leyenda que en el momento de su conversión, tocado por la gracia de Dios, resuelve cambiar su vida y convertirse al cristianismo, ya que lo había conmovido profundamente la actitud de los cristianos al enfrentar la muerte. Fue entonces que se le apareció el espíritu del mal en forma de cuervo y el cuervo le gritaba "cras...! cras...! cras...!" que en latín significa "mañana...mañana...mañana... Esta decisión déjala para mañana! No tengas apuro! Espera para tu conversión!" Pero San Expedito pisoteando al cuervo gritó "Hoy! Nada de postergaciones!" Es por eso que San Expedito es un Santo que atiende los casos urgentes, en este mismo momento, los casos que, de producirse una demora, habría un gran perjuicio. Pero este Santo Patrono Expedito, no atiende para ser venerado, sino que en acción de gracias, nos acerquemos a Dios, sin postergaciones, siguiendo su ejemplo. Es conocido como uno de los abogados de las causas imposibles, junto con Santa Rita y San Judas Tadeo, a quienes también se les suele invocar en estos casos. También ha pasado a ser patrono de las personas que quieren obtener una gracia por una causa perdida, pero la necesitan inmediatamente. ¡Señor Jesús acudo a tu auxilio! ¡Virgen Santísima socórreme! San Expedito, tu que lleno de valor abriste tu corazón a la gracia de Dios y no te dejaste llevar por la tentación de postergar tu entrega, ayúdame a no dejar para mañana lo que debo hacer hoy por amor a Cristo. Ayúdame desde el cielo a renunciar a todo vicio y tentación con el poder que Jesús me da. Que sea yo diligente, valiente y disciplinado al servicio del Señor, y no me acobarde ante las pruebas. Tú que eres el santo de las causas urgentes, te presento mi necesidad (intención). Sobre todo te pido que intercedas por mí para que persevere en la fe, y así llegue al gozo del cielo con Cristo, con la Virgen María, los ángeles y los santos. Amén.
Novena a San Expedito
[Se debe rezar durante 9 días] Señor, ten piedad de mí. Jesucristo, ten piedad de mí. Señor, ten piedad de mí. Jesucristo, óyenos. Jesucristo, escúchanos. Padre Celestial, que sos Dios, ten piedad de mí. Dios Espíritu Santo, ten piedad de mí. Santa María, Reina de los Mártires, ruega por mí. San Expedito, invencible atleta de la Fe, ruega por mí. San Expedito, fiel hasta la muerte, ruega por mí. San Expedito, que todo perdiste para ganar a Jesús, ruega por mi. San Expedito, que fuiste atormentado, ruega por mí. San Expedito, que pereciste gloriosamente por la espada, ruega por mí. San Expedito, que recibiste del Señor la Corona de Justicia que prometió a los que le aman, ruega por mí. San Expedito, auxilio de los que pierden cosas, ruega por mí. San Expedito, patrono de la juventud, ruega por mí. San Expedito, auxilio de los estudiantes, ruega por mí. San Expedito, modelo de soldado, ruega por mí. San Expedito, patrono de los viajeros, ruega por mí. San Expedito, salvación de los enfermos, ruega por mí. San Expedito, consolador de los afligidos, ruega por mí. San Expedito, apoyo fiel de los que esperan en vos, ruega por mí. San Expedito, yo te suplico, no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, ven a mi auxilio. Jesús, Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdóname Señor. Jesús, Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, escúchame Señor. Jesús, Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de mi Señor. Jesús, óyeme. Jesús, escucha mi oración. Que mi voz llegue a ti, Señor. Padrenuestro, Avemaría y Gloria. Oración a San Expedito Mi San Expedito de las causas justas y urgentes, intercede por mí junto a Nuestro Señor Jesucristo, para que venga en mi socorro en esta hora de aflicción y desesperanza. Mi San Expedito tú que eres el Santo guerrero. Tú que eres el Santo de los afligidos. Tú que eres el Santo de los desesperados. Tú que eres el Santo de las causas urgentes, protégeme, ayúdame, otorgándome: fuerza, coraje y serenidad. ¡Atiende mi pedido! (hacer el pedido). Mi San Expedito, ayúdame a superar estas horas difíciles, protégeme de todos los que puedan perjudicarme, protege a mi familia, atiende mi pedido con urgencia. Devuélveme la Paz y la tranquilidad. ¡Mi San Expedito! Estaré agradecido por el resto de mi vida y propagaré tu nombre a todos los que tienen Fe. Muchas Gracias. Padre Nuestro, Ave María y Credo.
Rosa fue el nombre con el que Isabel Flores de Oliva fue llamada por una india encargada de su crianza, la que pudo percibir en ella no sólo su belleza exterior, sino la inmensa religiosidad que la convertiría en la primera santa de América Latina.
Rosa nació en el año de 1586. Desde muy pequeña se caracterizó por su hermosura física, recibiendo por ello innumerables halagos. Sin embargo ella venció la tentación del amor propio y la vanidad, con humildad, obediencia y abnegación de su voluntad. Pero esa belleza exterior era tan solo un reflejo de la enorme religiosidad que Rosa de Lima quiso reservar al Amor de sus amores, Dios. Desde pequeña, Rosa mostró su inmensa piedad y devoción por el Señor y su vocación permanente por ayudar a los demás, a tal extremo que sus padres pretendieron apartarla de este santo camino para buscarle un matrimonio conveniente. Más ella, sin renunciar a la obediencia que siempre profesó a sus padres, nunca cedió a esas pretensiones. Su ferviente amor a Dios lo expresaba en diversas prácticas de penitencia que asumió desde pequeña. A los diez años de edad ayunaba a pan y agua. Comía muy poco y se preocupaba por que su alimento no tuviera un sabor agradable. En su dormir también fue muy exigente consigo misma, ya que colocaba maderos en su lecho y virutas y cañas en su almohada. Utilizaba silicios para mortificar su frágil cuerpo. Pero todo esto sólo se puede entender al conocer el gran amor que llenaba el interior de la Santa. Todo esto era la expresión de un corazón que desbordaba de piedad por Cristo. Amor que le llevó a rezar durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor". Hacia el año de 1606 recibió el hábito de la tercera Orden de Santo Domingo. Pero Rosa nunca llegó a pisar los claustros. Quiso Dios que Rosa permaneciera en el mundo embelleciéndolo con su presencia. Santa Rosa buscó el silencio en una pequeña cabaña que ella misma construyó en el huerto de su casa y desde allí se dedicó a una intensa vida de oración, lo que le permitió disfrutar de innumerables experiencias místicas. Dios le otorgó gracias extraordinarias pero también permitió que sufriese persecuciones por parte de sus amigos y conocidos, poniendo a prueba su carácter de santidad. Las tentaciones del maligno también estuvieron presentes, pero ella supo responder con mucha oración y penitencia. Dios llamó a su lado a Santa Rosa el 24 de agosto de 1617, cuando la joven apenas tenía treinta y un años de edad. Al funeral asistieron representantes del Cabildo y la Audiencia de Lima, quienes junto a miles de pobladores la acompañaron en su último recorrido, quizás sospechando que esa frágil y bella Rosa había logrado que la gracia divina cayera sobre la ciudad de Lima, y que su dulce nombre ya no podría desligarse nunca más de la capital peruana.
“De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja Católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”. De pequeña estatura, firme como una roca en su fe, a Madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de proclamar la sed de amor de Dios por la humanidad, especialmente por los más pobres entre los pobres. “Dios ama todavía al mundo y nos envía a ti y a mi para que seamos su amor y su compasión por los pobres”. Fue un alma llena de la luz de Cristo, inflamada de amor por Él y ardiendo con un único deseo: “saciar su sed de amor y de almas”.
Esta mensajera luminosa del amor de Dios nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, una ciudad situada en el cruce de la historia de los Balcanes. Era la menor de los hijos de Nikola y Drane Bojaxhiu, recibió en el bautismo el nombre de Gonxha Agnes, hizo su Primera Comunión a la edad de cinco años y medio y recibió la Confirmación en noviembre de 1916. Desde el día de su Primera Comunión, llevaba en su interior el amor por las almas. La repentina muerte de su padre, cuando Gonxha tenía unos ocho años de edad, dejó a la familia en una gran estrechez financiera. Drane crió a sus hijos con firmeza y amor, influyendo grandemente en el carácter y la vocación de si hija. En su formación religiosa, Gonxha fue asistida además por la vibrante Parroquia Jesuita del Sagrado Corazón, en la que ella estaba muy integrada. Cuando tenía dieciocho años, animada por el deseo de hacerse misionera, Gonxha dejó su casa en septiembre de 1928 para ingresar en el Instituto de la Bienaventurada Virgen María, conocido como Hermanas de Loreto, en Irlanda. Allí recibió el nombre de Hermana María Teresa (por Santa Teresa de Lisieux). En el mes de diciembre inició su viaje hacia India, llegando a Calcuta el 6 de enero de 1929. Después de profesar sus primeros votos en mayo de 1931, la Hermana Teresa fue destinada a la comunidad de Loreto Entally en Calcuta, donde enseñó en la Escuela para chicas St. Mary. El 24 de mayo de 1937, la Hermana Teresa hizo su profesión perpetua convirtiéndose entonces, como ella misma dijo, en “esposa de Jesús” para “toda la eternidad”. Desde ese momento se la llamó Madre Teresa. Continuó a enseñar en St. Mary convirtiéndose en directora del centro en 1944. Al ser una persona de profunda oración y de arraigado amor por sus hermanas religiosas y por sus estudiantes, los veinte años que Madre Teresa transcurrió en Loreto estuvieron impregnados de profunda alegría. Caracterizada por su caridad, altruismo y coraje, por su capacidad para el trabajo duro y por un talento natural de organizadora, vivió su consagración a Jesús entre sus compañeras con fidelidad y alegría.
El 10 de septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling para realizar su retiro anual, Madre Teresa recibió su “inspiración,” su “llamada dentro de la llamada”. Ese día, de una manera que nunca explicaría, la sed de amor y de almas se apoderó de su corazón y el deseo de saciar la sed de Jesús se convirtió en la fuerza motriz de toda su vida. Durante las sucesivas semanas y meses, mediante locuciones interiores y visiones, Jesús le reveló el deseo de su corazón de encontrar “víctimas de amor” que “irradiasen a las almas su amor”. “Ven y sé mi luz”, Jesús le suplicó. “No puedo ir solo”. Le reveló su dolor por el olvido de los pobres, su pena por la ignorancia que tenían de Él y el deseo de ser amado por ellos. Le pidió a Madre Teresa que fundase una congregación religiosa, Misioneras de la Caridad, dedicadas al servicio de los más pobres entre los pobres. Pasaron casi dos años de pruebas y discernimiento antes de que Madre Teresa recibiese el permiso para comenzar. El 17 de agosto de 1948 se vistió por primera vez con el sari blanco orlado de azul y atravesó las puertas de su amado convento de Loreto para entrar en el mundo de los pobres.
Después de un breve curso con las Hermanas Médicas Misioneras en Patna, Madre Teresa volvió a Calcuta donde encontró alojamiento temporal con las Hermanitas de los Pobres. El 21 de diciembre va por vez primera a los barrios pobres. Visitó a las familias, lavó las heridas de algunos niños, se ocupó de un anciano enfermo que estaba extendido en la calle y cuidó a una mujer que se estaba muriendo de hambre y de tuberculosis. Comenzaba cada día entrando en comunión con Jesús en la Eucaristía y salía de casa, con el rosario en la mano, para encontrar y servir a Jesús en “los no deseados, los no amados, aquellos de los que nadie se ocupaba”. Después de algunos meses comenzaron a unirse a ella, una a una, sus antiguas alumnas.
El 7 de octubre de 1950 fue establecida oficialmente en la Archidiócesis de Calcuta la nueva congregación de las Misioneras de la Caridad. Al inicio de los años sesenta, Madre Teresa comenzó a enviar a sus Hermanas a otras partes de India. El Decreto de Alabanza, concedido por el Papa Pablo VI a la Congregación en febrero de 1965, animó a Madre Teresa a abrir una casa en Venezuela. Ésta fue seguida rápidamente por las fundaciones de Roma, Tanzania y, sucesivamente, en todos los continentes. Comenzando en 1980 y continuando durante la década de los años noventa, Madre Teresa abrió casas en casi todos los países comunistas, incluyendo la antigua Unión Soviética, Albania y Cuba. Para mejor responder a las necesidades físicas y espirituales de los pobres, Madre Teresa fundó los Hermanos Misioneros de la Caridad en 1963, en 1976 la rama contemplativa de las Hermanas, en 1979 los Hermanos Contemplativos y en 1984 los Padres Misioneros de la Caridad. Sin embargo, su inspiración no se limitó solamente a aquellos que sentían la vocación a la vida religiosa. Creó los Colaboradores de Madre Teresa y los Colaboradores Enfermos y Sufrientes, personas de distintas creencias y nacionalidades con los cuales compartió su espíritu de oración, sencillez, sacrificio y su apostolado basado en humildes obras de amor. Este espíritu inspiró posteriormente a los Misioneros de la Caridad Laicos.  En respuesta a las peticiones de muchos sacerdotes, Madre Teresa inició también en 1981 el Movimiento Sacerdotal Corpus Christi como un“pequeño camino de santidad” para aquellos sacerdotes que deseasen compartir su carisma y espíritu.
Durante estos años de rápido desarrollo, el mundo comenzó a fijarse en Madre Teresa y en la obra que ella había iniciado. Numerosos premios, comenzando por el Premio Indio Padmashri en 1962 y de modo mucho más notorio el Premio Nobel de la Paz en 1979, hicieron honra a su obra. Al mismo tiempo, los medios de comunicación comenzaron a seguir sus actividades con un interés cada vez mayor. Ella recibió, tanto los premios como la creciente atención “para gloria de Dios y en nombre de los pobres”. 
Toda la vida y el trabajo de Madre Teresa fue un testimonio de la alegría de amar, de la grandeza y de la dignidad de cada persona humana, del valor de las cosas pequeñas hechas con fidelidad y amor, y del valor incomparable de la amistad con Dios. Pero, existía otro lado heroico de esta mujer que salió a la luz solo después de su muerte. Oculta a todas las miradas, oculta incluso a los más cercanos a ella, su vida interior estuvo marcada por la experiencia de un profundo, doloroso y constante sentimiento de separación de Dios, incluso de sentirse rechazada por Él, unido a un deseo cada vez mayor de su amor. Ella misma llamó “oscuridad” a su experiencia interior. La “dolorosa noche” de su alma, que comenzó más o menos cuando dio inicio a su trabajo con los pobres y continuó hasta el final de su vida, condujo a Madre Teresa a una siempre más profunda unión con Dios. Mediante la oscuridad, ella participó de la sed de Jesús (el doloroso y ardiente deseo de amor de Jesús) y compartió la desolación interior de los pobres.
Durante los últimos años de su vida, a pesar de los cada vez más graves problemas de salud, Madre Teresa continuó dirigiendo su Instituto y respondiendo a las necesidades de los pobres y de la Iglesia. En 1997 las Hermanas de Madre Teresa contaban casi con 4.000 miembros y se habían establecido en 610 fundaciones en 123 países del mundo. En marzo de 1997, Madre Teresa bendijo a su recién elegida sucesora como Superiora General de las Misioneras de la Caridad, llevando a cabo sucesivamente un nuevo viaje al extranjero. Después de encontrarse por última vez con el Papa Juan Pablo II, volvió a Calcuta donde transcurrió las últimas semanas de su vida recibiendo a las personas que acudían a visitarla e instruyendo a sus Hermanas. El 5 de septiembre, la vida terrena de Madre Teresa llegó a su fin. El Gobierno de India le concedió el honor de celebrar un funeral de estado y su cuerpo fue enterrado en la Casa Madre de las Misioneras de la Caridad. Su tumba se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación y oración para gente de fe y de extracción social diversa (ricos y pobres indistintamente). Madre Teresa nos dejó el ejemplo de una fe sólida, de una esperanza invencible y de una caridad extraordinaria. Su respuesta a la llamada de Jesús, “Ven y sé mi luz”, hizo de ella una Misionera de la Caridad, una “madre para los pobres”, un símbolo de compasión para el mundo y un testigo viviente de la sed de amor de Dios. Menos de dos años después de su muerte, a causa de lo extendido de la fama de santidad de Madre Teresa y de los favores que se le atribuían, el Papa Juan Pablo II permitió la apertura de su Causa de Canonización. El 20 de diciembre del 2002 el mismo Papa aprobó los decretos sobre la heroicidad de las virtudes y sobre el milagro obtenido por intercesión de Madre Teresa. Posteriormente, será beatificada por Su Santidad el Papa Juan Pablo II el domingo 19 de octubre de 2003.
Misionero jesuita español del s. XVII. N. en Verdú (Lérida) en junio de 1580, m. en Cartagena (Colombia), el 8 septiembre de 1654.
Recibió el bautismo el 26 jun. 1580, en la parroquia de Santa María y se le impusieron los nombres de Juan Pedro; dejaría el de Juan para no confundirse con el de su hermano primogénito. Fue el último de los seis hijos del matrimonio de Pedro Claver y Minguella y Ana Corberó Claver, labradores con buena hacienda. En la parroquia de la villa recibió la tonsura (8 dic. 1595) de manos del obispo de Vich, Pedro Jacobo. En la orientación del niño influyeron, sin duda, entre otras circunstancias, el fallecimiento de su madre en 1593 y la nueva situación doméstica al contraer su padre segundas y terceras nupcias; los Claver tenían fundado un beneficio en Verdú; un tío, Juan Claver, era beneficiado en la próxima villa de Tárrega. Por los años 159697 P. marcha al Estudio general de Barcelona, donde cursa tres años de Gramática y Retórica. Asiste como alumno al Colegio de Belén de los jesuitas, fundado por S. Francisco de Borja. El obispo de aquella diócesis le admite a las órdenes menores. En 1602 ingresa en el noviciado de la Compañía de Jesús de Tarragona y pronuncia los votos el 8 agosto de 1604. Al terminar el noviciado, pasa a Mallorca a estudiar Filosofía en el Colegio de Montesión. A su llegada (1605) era portero S. Alonso o Alfonso Rodríguez (v.) quien reafirmó en su vocación a la Compañía, inflamando su espíritu de ardor misionero. Fueron maestros de P. C. los padres Vaylo y Arcaina. Pero el más alto e inolvidable magisterio lo recibió de la comunicación diaria con el hermano Alonso, que, en frase de León XIII, supo lanzar a su 8iscípulo «a una admirable santidad». Retorna a Barcelona para estudiar Teología (1608). Un acontecimiento confirmó aún la vida religiosa de P. C.: la beatificación de Ignacio de Loyola por Paulo V (1609), celebrada con grandes fiestas en todo el principado catalán. Antes de concluir sus estudios, vio cumplido su anhelo de entregarse a las misiones (v.) del Nuevo Mundo. En 1610, con licencia del Provincial, se encamina a Sevilla. A los requerimientos de sus superiores para que se ordene de subdiácono antes de embarcar, hubo de responder que todavía no se hallaba suficientemente preparado, ni decidido aún a ser sacerdote. Partió con la pequeña expedición jesuítica, en el galeón S. Pedro, llevando en su hatillo dos manuscritos que le diera el hermano Alonso: un pequeño oficio de la Inmaculada y unos avisos espirituales que habían de ser su más firme guía. Es probable que el clima tropical y malsano de Cartagena de Indias (ciudad de grandes calores y de grandes humedades) hiciesen mella en su salud. Lo cierto es que permaneció allí poco tiempo. Él deseaba, más bien que sacerdote profeso, ser hermano coadjutor, más se le ordenó terminar la Teología en el Colegio de Santa Fe de Bogotá, donde a su llegada (fines de 1610 o principios de 1611), no se explicaba aún esta materia, hasta la venida del padre Antonio Agustín, año y medio más tarde. De nuevo (fines de 1614), por razones de salud, le enviaron a Tunja. Hecho el tercer año de probación, tomó el camino de Cartagena, su residencia definitiva durante 38 años y en torno a cuyo puerto giraría el resto de su existencia. En aquella catedral se ordenó, finalmente, de subdiácono y diácono, y le confirió el sacerdocio (19 mar. 1616) el obispo dominico Pedro de la Vega. Al profesar los cuatro votos (1622) suscribía la entrega: «Pedro Claver, esclavo de los negros para siempre». Apostolado. Procedentes de todas las regiones tropicales llegaban a Cartagena cada año unos 30.000 esclavos negros para las plantaciones y las minas de metales preciosos (V. ESCLAVITUD). Alonso Rodríguez había revelado a P. C. que pasaría a las Indias, al Nuevo Reino, a la ciudad de Cartagena. Pero los superiores determinaron más en concreto el campo de actividades del fervoroso catalán: el mundo de los esclavos negros. Se inició ayudando al padre Alonso de Sandoval, verdadero maestro que publicaría un tratado valioso («Naturaleza, policía sagrada y profana, costumbres, disciplina y catecismo evangélico de todos los etíopes», Sevilla 1627), siendo rector del Colegio de Cartagena de Indias. Aquellas masas de esclavos constituían una pequeña Babel y era necesario valerse de intérpretes, ya que procedían de países muy diversos. En un principio Sandoval pedía prestados a sus dueños estos intérpretes auxiliares, pero la colaboración resultaba difícil (los esclavos perdían horas de trabajo) y se vio la conveniencia -aparente contradicción- de comprar el Colegio esclavos para instruirlos y servirse de ellos en la catequesis. A ruegos de P. C. el general Vitelleschi le autorizaba (Roma 1628) a retener «los ocho o nueve intérpretes negritos tan necesarios para este ministerio». P. C., por su parte, llegó a hablar el angolés. Cuando se acercaba el tiempo de la llegada de un buque negrero, el santo ofrecía obsequios espirituales al primero que le notificase la noticia. Acudía presuroso a los navíos y si no habían atracado, iba en una barquilla con sus intérpretes y se acercaba a aquellos infelices dándoles señales de amistad: «Nos mostraba rostro amable con mucha risa», declara uno de aquéllos. Visitaba primeramente el alojamiento de los enfermos; luego el local de los sanos, aliviando a todos con alimentos, frutas, tabaco, medicinas y caricias. Reunidos en un local espacioso, iniciaba su original catequesis: levantaba un altar y encima unos cuadros para darles intuitivamente las nociones fundamentales: Trinidad, Encarnación, Muerte y Pasión, Resurrección, Juicio final, Gloria eterna. A cada grupo de diez les ponía el mismo nombre en el bautismo, a fin de que entre sí lo recordasen. Uno de los Rectores, al escuchar las explicaciones de P. C., las consideró demasiado superficiales, y peligrosa la utilización de aquellas pinturas recargadas de imaginación. Más al ver los frutos, cesaron las objeciones. Tarea grande resultaba disponer para el cumplimiento pascual a los que por vez primera lo hacían y más en particular a los hijos de los esclavos de los contornos. Pero el apóstol extendía incansable su radio de acción hasta las poblaciones de Turbana, Turbaco, Santa Rosa de Alipaya, Villanueva o Timiriguaco, Bayunca, Ponedera, Las Caras, Manglar, Malagana, San Pablo, Palenque... se alojaba entonces en las chozas de los negros. Nada escapaba a su perspicacia. Había esclavos comprados por pilotos y marineros que por no satisfacer la gabela real desembarcaban la mercancía humana fuera del puerto y la introducían en la ciudad. Cuando se enteraba P. C. mandaba a sus más astutos intérpretes y manteniendo el secreto de la procedencia, ejercía su ministerio. Los esfuerzos no eran estériles y ponían de manifiesto el fondo noble de la raza negra: «Hay que ver la alegría que sienten después de haberse bautizado... No son bestias, son hombres adultos y como a tales se les ha de dar el bautismo, precediendo de su parte voluntad y los demás actos necesarios», escribía Sandoval. P. C: bautizó, según propia confesión, más de 300.000 negros. Desplegó también una actividad admirable en servicio de los hospitales: el de S. Sebastián y el de los lazarinos. Como en 1624 la modesta fábrica del hospital de los leprosos amenazase ruina, P. C. con la aprobación de los superiores, se dedicó a levantar la capilla nueva: «Durante 30 años, él se constituyó en su procurador, cura y patrono, administraba los sacramentos y lo abastecía todo». En contacto inmediato con tanta miseria, sentía la natural repugnancia y más de una vez consta que hubo de sobreponerse con energía el espíritu a la carne, hasta lamer, para vencerse a sí mismo, las llagas de sus negros y leprosos. Fuera de este ámbito que le fue peculiar, llegó a todas las esferas: la justicia, los escribanos, los comerciantes y especieros, los amos, los sentenciados a muerte, los cuarteles y los alojamientos, los artesanos, los niños; sin olvidar a los turcos y moros que remaban en las galeras españolas. Para todos fue padre y guía, logrando una verdadera proyección social de sus tareas apostólicas. De parte de sus hermanos en religión hubo de sobrellevar graves humillaciones y afrentas, pues más atentos en ocasiones a otros tipos de apostolado, no siempre supieron apreciar la prodigiosa labor del santo, que más tarde, en su proceso de beatificación, fue comparado con S. Francisco Javier, S. Juan Berchmans y S. Alonso Rodríguez. Sin embargo, a veces hasta sus superiores jesuitas parece que lo tuvieron en poco aprecio. El catálogo secreto, remitido a Roma desde la Provincia del Nuevo Mundo, contiene un juicio desconcertante. En 1616: «P. Pedro Claver: ingenio mediano; juicio, menos que mediano; prudencia, corta; experiencia de los negocios, corta; aprovechamiento en las letras, mediano; talento, sirve para predicar y tratar con los indios». En años posteriores (1642, 1649, 1651) se le califica «insigne en el ministerio de catequizar a los negros; adelantamiento espiritual, óptimo». No dejó escritos ascéticos ni de metodología catequística. Pero ambas cosas traslucían en su ejemplo: cinco horas de oración cada noche, tres disciplinas, tres horas de sueño, misa sosegada, interminables horas de acción pastoral. Desde 1651 quedó inválido hasta su muerte. No se conoce ningún retrato auténtico del «Apóstol de Cartagena». Beatificado por Pío IX el 21 septiembre de 1851; canonizado por León XIII el 15 en. 1888, en compañía de su maestro Alonso Rodríguez; declarado patrono de las misiones africanas el 7 jul. 1896; se celebra su fiesta el 9 de septiembre. La condesa María-Teresa Ledochowska fundó (1894) el «Sodalicio de S. Pedro Claver» para ayudar a las misiones de África. La república de Colombia le honró (1955) como padre de la nación.
María: "Preferida de Dios"
Magdalena: Se deriva de Magdala, población situada sobre la orilla occidental del mar de Galilea, al norte de la ciudad de Tiberíades, o de expresión del Talmud que significa "rizar pelo de mujer", en referencia a las adúlteras.
La historia de María Magdalena es una de las más conmovedoras del Evangelio y también de las más enigmáticas.  Se debate si la mujer que relatan varios pasajes del evangelio es una o tres mujeres: 1- La pecadora que unge los pies del Señor. (Lc., VII, 37-50). 2- María Magdalena, la posesa liberada por Jesús, que se integró a las mujeres que le asistían (Lc. VIII; Jn XX, 10-18) hasta la crucifixión y resurrección.  3- María de Betania, la hermana de Lázaro y Marta. (Lc., X, 38-42).  La liturgia romana, siguiendo la tradición de los Padres Latinos (incluyendo a Gregorio Magno) identifican los tres pasajes del Evangelio como referentes a la misma mujer: María Magdalena. La liturgia griega, siguiendo a los Padres griegos, sin embargo, las reconocen como tres mujeres distintas.  La cuestión sigue abierta. El santoral litúrgico actual celebra a una sola: María Magdalena utilizando las referencias a su encuentro con Jesús resucitado.  La Pecadora que unge los pies del Señor en Galilea San Lucas hace notar que era una "pecadora pública" pero no especifica que haya sido una prostituta.  Cristo cenaba en la casa de un fariseo donde la pecadora se presentó y al momento se arrojó al suelo frente al Señor, se echó a llorar y le enjugó los pies con sus cabellos. Después le ungió con el perfume que llevaba en un vaso de alabastro. El fariseo interpretó el silencio y la quietud de Cristo como  aprobación del pecado y murmuró en su corazón. Jesús le recriminó por sus pensamientos. Primero le preguntó en forma de parábola cuál de dos deudores debe mayor agradecimiento a su acreedor: aquél a quien se perdona una deuda mayor, o al que se perdona una suma menor. Y descubriendo el sentido de la parábola, le dijo directamente: "¿Ves a esta mujer? Al entrar en tu casa, no me diste agua para lavarme los pies, pero ella me los ha lavado con sus lágrimas y me los ha enjuagado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de paz; en cambio ella no ha cesado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza y ella me ha ungido los pies. Por ello, te digo que se le han perdonado muchos pecados, pues ha amado mucho. En cambio, aquél a quien se perdona menos, ama menos". Y volviéndose a la mujer, le dijo: "Perdonados te son tus pecados. Tu fe te ha salvado. Vete en paz". (Lc. 7) La discípula de Jesús, liberada de siete demonios En el capítulo siguiente, San Lucas, habla de los viajes de Cristo por Galilea, dice que le acompañaban los apóstoles "y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios" (Lucas 8:2).  Lucas no específica ni niega que sea la misma pecadora que unge a Jesús, pero ciertamente se trata de una pecadora y es la misma persona que en Marcos 16:9 es testigo de la resurrección.   La hermana de Marta y Lázaro, residentes de Betania Más adelante Lucas narra que, en "cierta población", el Señor fue recibido por Marta y su hermana María. Probablemente las dos hermanas se habían ido a vivir a Betania con su hermano Lázaro, a quien el Señor había resucitado a petición de ellas. Dada la mala reputación que tenía María en Galilea no sería extraño que los tres hermanos se mudaran a Betania (Judea).  Marta se ocupaba con afán de atender al Señor y le pide que dijese a su hermana que le ayudase, pues María estaba a los pies de Cristo para escuchar cuanto decía. El Señor respondió: "Marta, Marta, te preocupas por muchas cosas y sólo hay una necesaria. María ha escogido la mejor parte y no le será quitada" (Lc. 10:41).   Segunda unción con perfume
San Juan en el cap. 12 (cf. Mat., XXVI; Mc, XIV) identifica claramente a María de Betania como la mujer que, en la víspera de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, le ungió los pies y los enjugó con sus cabellos, de manera que "la casa se llenó del olor del perfume".  Esto ocurrió cuando Jesús cenaba con la familia de Lázaro en Betania. San Juan nos dice que Jesús los amaba.  ¿Es María de Betania también la protagonista de la primera unción ocurrida en Galilea? Creemos que si porque un capítulo antes de ocurra la unción en Betania, es decir en Jn.11:2, San Juan se refiere ya a esta María como "aquella que ungió los pies del Señor" (he aleipsasa).
Si es así, María la pecadora se había convertido en contemplativa a los pies del Señor, escogiendo la mejor parte. San Juan pone de relieve el poder transformador de Jesucristo sobre las almas. La que era posesa ahora es contemplativa. Una profunda enseñanza sobre la misión de Jesucristo quien ha venido a perdonar y salvar a los pecadores.  Tampoco faltaron críticas en la segunda unción. Judas se escandalizó, no por generosidad con los pobres, sino por avaricia, y aun los otros discípulos interpretaron la conducta de María como un exceso. Pero el Señor reivindicó esta unción como había hecho la anterior: "¡Dejadla en paz! ¿Por qué la molestáis? Buena obra es la que ha hecho conmigo. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, pero a mí no me tendréis siempre. Esta mujer ha hecho lo que ha podido, adelantándose a ungir mi cuerpo para la sepultura. En verdad os digo que dondequiera que se predique este evangelio sobre la faz de la tierra, se dirá lo que ella ha hecho por mí". (Mt.26) San Juan Crisóstomo comenta: "Y así ha sucedido en verdad. Por dondequiera que vayáis oiréis alabar a esta mujer . . . Los habitantes de Persia, de la India, . . . de Europa, celebran lo que ella hizo con Cristo Al pié de la Cruz
En la hora del Calvario, mientras casi todos abandonan a Jesús, allí  estaba María Magdalena. ¡Cuanto se lo agradecería Jesús y la Virgen María!   "Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena". Juan 19:25 Entre las que siguieron a Jesús en Galilea ahora siguen a Jesús al Calvario "Había allí muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo". Mateo 27:55-56 Sentada en el sepulcro
Después que José de Arimatea entierra a Jesús y se fue, María Magdalena quiso quedarse. "Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro". -Mateo 27:61   Es coherente pensar que quién tuvo el amor y la valentía de exponerse para lavarle al Señor los pies con su cabello fuese capaz de estar con el en la cruz y después permanecer amorosamente ante su cuerpo yaciente.   Da testimonio de Cristo Resucitado
María Magdalena, con la otra María fueron las primeras en ir al sepulcro el domingo de Resurrección: "Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro" (Mateo 28:1)  Iban con los perfumes para embalsamarlo... Descubrieron así que alguien había apartado la pesada piedra del sepulcro del Señor.   "Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios". (Marcos 16:9) María Magdalena, la pecadora convertida en contemplativa, fue la primera que vio, saludó y reconoció a Cristo resucitado.  Jesús la llamó: "¡María!" Y ella, al volverse, exclamó: "¡Maestro!" Y Jesús añadió: "No me toques, porque todavía no he subido a mi Padre. Pero ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios" (Jn 20:17)   El hijo de Dios quiso enseñarnos el alcance de su amor y de su poder redentor santificando a una pecadora, adentrándola en su infinita misericordia y enviándola a anunciar la resurrección a los Apóstoles. María Magdalena es gran ejemplo para todos. No se dejó paralizar ni por sus pecados del pasado ni por las opiniones humanas. Creyó de todo corazón en las promesas del Señor y alcanzó la meta. Aquella de quién Jesús dijo que se adelantó para "ungir su cuerpo para la sepultura", no puede ahora ungir Su cadáver porque ha Resucitado.  Aquella de quién dijo que "dondequiera que se predique el evangelio se dirá lo que ha hecho por mí" no podía ahora ser excluida del Evangelio porque es la primera persona testigo de su principal evento: La Resurrección del Señor. A la que mucho amó mucho se le perdonó y mucho continuó amando hasta llegar a participar en la gloria del Señor.   Tradiciones la vida posterior de María Magdalena
La tradición oriental afirma que, después de Pentecostés, María Magdalena fue a vivir a Efeso con la Virgen María y San Juan y que murió ahí. A mediados del siglo VIII, San Wilibaldo visitó en Efeso el santuario de María Magdalena.  En el 886 fueron llevadas sus reliquias a Constantinopla. Según la tradición francesa muy difundida en occidente, María Magdalena fue con Lázaro y Marta a evangelizar la Provenza, Francia y pasó los últimos treinta años de su vida en los Alpes Marítimos, en la caverna de La Sainte Baume. Poco antes de su muerte, fue trasladada milagrosamente a la capilla de San Maximino, donde recibió los últimos sacramentos y fue enterrada por el santo.
La primera mención del viaje de María Magdalena a la Provenza data del siglo XI, a propósito de las pretendidas reliquias de la santa que se hallaban en la abadía de Vézelay, en Borgoña. Pero la leyenda no tomó su forma definitiva sino hasta el siglo XIII, en la Provenza. A partir de 1279, empezó a afirmarse que las reliquias de Santa María Magdalena se hallaban en Vézelay, en el convento dominicano de Saint-Maximin. Todavía en la actualidad es muy popular la peregrinación a dicho convento y a la Sainte Baume. Pero las investigaciones modernas, especialmente las que llevó a cabo Mons. Duchesne, han demostrado que no se pueden considerar como auténticos ni las reliquias, ni el viaje de los amigos del Señor a Marsella. Así pues, a pesar de los clamores de la tradición local francesa, hay que confesar que se trata de una fábula. Volvamos pues al Evangelio.   La pecadora fue perdonada por Jesús. Se cumplió en ella el Salmo 51 "Un corazón humillado y arrepentido, Dios nunca lo desprecia". María Magdalena es la mujer que fue fiel a Jesús hasta el final y que El escogió para ser testigo de la Resurrección ante los apóstoles
(Continua en siguiente página)

SAN CAYETANO

SANTA TERESITA DEL NIÑO JESUS

SAN EXPEDITO

SANTA ROSA DE LIMA

BEATA MADRE TERESA DE CALCUTA

SAN PEDRO CLAVER

SANTA MARÍA MAGDALENA

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