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jueves, 14 de noviembre de 2013

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Catalina Rivas. Providencia Divina

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Publicado porCésar Reyes
Querido hermano lector:
Tienes entre tus manos la experiencia de una hermana
tuya, que por mandato del Señor...
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Capítulo I
El amor toca a mi puerta
 
A fines del mes de mayo viajé a la ciudad deOrange County, (California) en los Estados Uni-dos, para cumplir un compromiso en compañía demi director espiritual y una pareja de amigos muyqueridos. En ese período, tenía a mi madre muyenferma, y el Señor me pidió que me ocupara depreparar el luto para la familia. Llamé por teléfonoa casa para saber el estado de salud de mi madrey me dijeron que era estable, informándome ade-más que mi hermano Carlos llegaría para acom-pañarnos en estos días tan delicados para noso-tros.Aunque sabía que no era lo más importante, elhecho de tener que buscar ropa negra de luto pa-ra mi familia fue una experiencia muy especial,pues tenía que ver con la muerte de alguien aquien yo amaba, en este caso, pensé en mi ma-dre. La forma de orientarme del Señor, me hacíaentender que fuera preparando mi espíritu, mi es-tado de ánimo y el de mi familia.Días antes, el Señor nos había pedido, a mi direc-tor espiritual y a mí, que hiciéramos a lo largo deun mes una hora diaria de adoración nocturna, enreparación por nuestros pecados, por los pecadosde nuestros familiares y los del mundo entero.El día 6 de junio, dos días antes de Pentecostés,el Señor me dictó, como habitualmente hace, al-gunas citas bíblicas para que las meditásemos.Luego añadió:
 
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- Pide colaboración especial en los quehaceres dela casa para el día sábado; te necesito casi reclui-da en comunión Conmigo.Entendí que el Señor quería que no me distrajeracon otros asuntos, pues debería estar disponiblepara Él, para orar y para esperar que me hablase.Me dijeron que mi hermano Carlos tal vez no lle-garía todavía porque había tenido un problemarenal.El sábado 7 de junio por la mañana, víspera dePentecostés, dijo el Señor luego de las oracionesde laúdes- Quiero su disponibilidad, no piensen en otrosasuntos, cuento con ustedes, deja que los demáshagan lo que tengan planificado. Es necesarioque sepas actuar con calma y firmeza. Lo impor-tante es el amor que se pone en todo lo que sehace...Mientras hacíamos nuestras oraciones matutinas,mi director espiritual y yo recibimos la visita deuna persona, que se unió a nosotros en oración.Más tarde llegó mi hijo con la tremenda e inespe-rada noticia de que mi hermano Carlos había fa-llecido en mi país.Corrí ante el Santísimo y me puse a llorar pregun-tándole al Señor por qué se lo había llevado en unmomento en el que él no estaba preparado, puesera eso lo que yo pensaba. Yo estaba preocupa-da porque mi hermano, divorciado, había contraí-do matrimonio en segundas nupcias y no podíacomulgar. Esa situación lo hacía sufrir mucho,
 
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dado que había iniciado su aproximación a nues-tro apostolado y a una vida de intensa oración.No podíamos compartir esta noticia con mi madre,pues, ella transcurría el período terminal de su en-fermedad. Decidimos que yo viajaba al día si-guiente a Bolivia junto a mi hijo. Volví a mi habita-ción a orar por su alma, pedí misericordia paraque él no se perdiera, que mis oraciones llegarana tiempo para interceder por su salvación.
El consuelo del Señor
Inexplicablemente, comencé a sentir una profun-da paz y un gozo interior tan inmenso que hastatenía ganas de cantar y reír. Me asusté de mi re-acción y pedí que el Señor me orientara sobre loque sucedía conmigo.Entonces Él me dijo:- ¡Mírame!Contemplé el crucifijo al lado de mi cama; éste co-menzó a iluminarse y el Señor continuó:- Nuevamente te digo: ¿No me ves con los brazosabiertos en cruz frente a ti?... Tu padre y tu her-mano ya están junto a Mí... Conmigo, porque miMisericordia los cubrió. Ese es tu gozo, él ya estásalvo.Más tarde, durante la cena, comentábamos lamuerte de mi hermano y el Señor nos dictó unacita bíblica: Hechos 7, 55-56 , que dice así:
“pero él, lleno del Espíritu Santo, fijó sus ojos en el cie- lo, vio la gloria de Dios y a Jesús a su derecha y 
 
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declaró: “veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre a la derecha de Dios”.
 Leyendo esta cita me quedé más reconfortada to-davía. Mi director espiritual celebró la Misa por élesa noche. Yo le había pedido al Señor saber có-mo estaba el alma de mi hermano, que me permi-tiera sentir algo, y Él, en su infinita Misericordia,me permitió internamente escuchar la voz de mihermano que me decía que estaba muy feliz. Te-nía una alegría y un entusiasmo inusitados.Al día siguiente, el domingo 8, preparándome pa-ra viajar a su sepelio, alistaba mi equipaje y em-pezó a dolerme el brazo izquierdo y el pecho.Hablé con mi familia en Bolivia, y ellos me acon-sejaron que no fuera, pues en ese estado mi sa-lud podría empeorar. A pesar de esto, yo tenía elprofundo deseo de estar a su lado, ya que élhabía sido como mi hijo, era seis años menor queyo y me llamaba “mamita”.Como usualmente hago, decidí ponerlo todo enmanos del Señor, pidiendo que Él me guiara. In-gresé a la habitación de mi madre para que mebendijera antes de viajar, diciendo que tenía queausentarme al exterior, pero ella se puso a llorarcomo nunca y me pidió que no viajara; que ellame quería mucho y me necesitaba. Entendí en-tonces que era Voluntad del Señor que yo no via- jara. Mi hijo iría en ni nombre, mi hija ya estabaocupándose de la situación y mi esposo prepara-ba el lugar para el velatorio. La decisión me fuemuy penosa, pero tuve que optar por permaneceral lado de mi mamá, para pasar junto a ella losque serían sus últimos días.
 
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Capítulo II
Conversión, Dulce obsequio de Dios
 
Nos enteramos sucesivamente, de que cuandoCarlos retornaba a mi país, luego de una visitaque nos hizo en el mes de enero, había pedido aun sacerdote que lo escuchara en confesión, di-ciéndole él mismo que comprendía que no podríarecibir la absolución, pero que, sin embargo, él yaestaba expiando con mucho arrepentimiento suspecados; que sabía que se estaba confesando aDios a través del sacerdote, y que se acogía a Suinfinita Misericordia.Pidió oración al sacerdote, porque esperaba re-solver pronto los trámites para que se declarasenulo su matrimonio. Él anhelaba acudir formal-mente a la confesión y recibir la esperada absolu-ción. Deseaba recibir la Sagrada Comunión paraunirse a la experiencia espiritual que todos vivía-mos. Con su conducta y conversión ya había em-pezado a reparar los errores de su vida pasada.Posteriormente supe de que él rezaba el Rosarioen familia todos los días. Hacía ejercicios físicospor su problema cardiaco y durante sus camina-tas completaba la Corona entera del Santo Rosa-rio. Todos los domingos visitaba un Santuariomariano con su familia, donde participaba de laSanta Misa. Luego de la celebración, junto a lossuyos, permanecía media hora más en adoraciónante el Santísimo Sacramento.Lamentablemente, su muerte sobrevino despuésde una muy corta pero fulminante enfermedad.
 
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Un paro cardiaco terminó con su vida. Nadiehabía sospechado la gravedad de su estado, porlo que se insistió más en la asistencia médica. Nohubo el tiempo suficiente para buscar la ayuda es-piritual. En sus últimos momentos, su esposa lepidió que rezara, y derramando una lágrima, mihermano murió.
Nunca estás sola
El 11 de junio yo estaba muy triste, sobre todoporque no debía llorar, no podía hacerlo para quemi mamá no lo notara. Me era difícil asumir lamuerte de mi joven hermano y me sentía abando-nada. Veía a mi otro hermano sufrir mucho, debíaponerme fuerte...Algo pasó, tuve que guardar mi dolor, como sihubiera dejado de lado una cosa para asumir lainminente muerte de mi madre, pues yo entendíaque vivía sus últimos días. Dos meses antes, enotro viaje, me sorprendí asegurando a mis amigoscercanos, que a mi madre se la llevaría el Señorel día del Sagrado Corazón, yo tenía esa idea,ese sentimiento dentro de mí, como escrito en micarne.Esa noche del 11 de junio, después de mi ora-ción, el Señor me dictó:-Hija mía, en ningún momento te he abandonado.Quiero que pienses muchísimo en aquellas no-ches en las que te permití saborear un poquito delParaíso Celestial.

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