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martes, 5 de noviembre de 2013

(133) José Francisco Ramos Gómez

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    Jose Francisco Ramos Gomez II compartió la foto de José Francisco Ramos Gómez.
    Hace 25 minutos
    Avanza el estandarte real, resplandece el misterio de la cruz". "Salve, oh cruz, única esperanza nuestra".
    Con Jose Francisco Ramos Gomez II en Iglesia San Francisco de Santa Cruz de Tenerife.
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    Jose Francisco Ramos Gomez II compartió un enlace.
    Hace 26 minutos
    Ven, Espíritu Divino!

    Ven, Espíritu Divino
    manda tu luz desde el cielo.
    Padre amoroso del pobre;
    don, en tus dones espléndido;
    luz que penetra las almas;
    fuente del mayor consuelo.
    Ven, dulce huésped del alma,
    descanso de nuestro esfuerzo,
    tregua en el duro trabajo,
    brisa en las horas de fuego,
    gozo que enjuga las lágrimas
    y reconforta en los duelos.
    Entra hasta el fondo del alma,
    divina luz y enriquécenos.
    Mira el vacío del hombre,
    si tú le faltas por dentro;
    mira el poder del pecado,
    cuando no envías tu aliento.
    Riega la tierra en sequía,
    sana el corazón enfermo,
    lava las manchas, infunde
    calor de vida en el hielo,
    doma el espíritu indómito,
    guía al que tuerce el sendero.
    Reparte tus siete dones,
    según la fe de tus siervos;
    por tu bondad y tu gracia,
    dale al esfuerzo su mérito;
    salva al que busca salvarse
    y danos tu gozo eterno. Amén.
    Veni Creator Spiritus Holy Gifts
    A traditional Gregorian hymn of the Holy Spirit in the Christian Catholic Church rewritten in contemporary style.
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    Jose Francisco Ramos Gomez II compartió el estado de José Francisco Ramos Gómez.
    Hace 28 minutos
    He llegado al final de la larga tarde de oración, meditación y adoración. Contento llegue y contento me voy. Respecto a las personas que hacen bellos trabajos encuadernados y ponen mi nombre y a los que me leen lo escrito en la página para mayor gloria de Dios les doy infinitas gracias, al que le pido siempre en mis oraciones por todos ustedes, familiares y amistades siempre. Nadie debe ofenderse sino le doy las gracias o no le contesto a los “ me gusta” que ponéis en la página. No se trata de una descortesía o falta de interés; es un problema de logística ya que yo soy solo uno y vosotros sumáis cientos a lo que si me pongo a tender nunca acabaré de exponer mis ideas en la página. Pr lo tanto dicho esto, ruego perdonen y siempre los leo y pido por ustedes y les doy las gracias desde este sitio en el que estoy escribiendo. Lo considero un inmerecido honor que me dais y que no merezco pero acepto para no quebrar vuestra buena voluntad. También quiero aquí dan la bienvenida a los hermanos que solicitan amistad y aquellos que entran en la página a leer simplemente. Esto contribuye a que aprendamos los unos de los otros. Muchas gracias a todos y todas las hermanas por honrarme con vuestra amistad que me tengáis en cuenta. Gracias a Todos
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    Jose Francisco Ramos Gomez II compartió un estado.
    Hace 28 minutos
    Ya me retiro a descansar, habiendo cumpliendo mi devoción y deber, para con dios mi padre del que soy hijo adoptivo por su decisión, y para eso acudo al único y verdadero intercesor, su Hijo Jesús, el Señor, que es: Salvador Creador y Redentor y postrado humildemente a sus pies, solicito con fervor, por todas estas intenciones: por los difuntos, las personas vivas con algún problema que necesite gracia para un problema especial. Por los hermanos que solicitan en diversos momentos oraciones por sus países de origen y necesidades, por los sacerdotes, seminarista, construcción de iglesias, por los emigrantes que tienen que abandonar a su familiares y amigos y país, para poder salir adelante, por los que sufre de incomprensión de cualquier índole y por toda la humanidad que sufre, por los gobernantes: a los primeros para que salgan de situaciones que humillan a la propia persona y a los gobernantes para que impidan con medidas justas esa humillaciones a sus conciudadanos, paz para el mundo, justicia e igualdad entre todos los que vivimos en el : hombres mujeres niños y ancianos. Le pido al Señor que alimente vuestra fe, esperanza y caridad, os conceda el favor de su amorosa mirada, os ilumine con la bella luz de su rostro y os ame como solo él sabe amar, os proporcione todos los dones celestiales, espirituales y temporales que podáis necesitar y siempre que sean para la salvación de las almas y mayor gloria de Dios padre. Para mi siervo suyo desde que tuve uso de razón y me consagre de corazón a la madre y ella me llevo al hijo al que me consagre también, nada pido me sobra mucho aun no teniendo nada, solo me basta él
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    Jose Francisco Ramos Gomez II compartió un enlace.
    Hace 30 minutos
    Que la lengua humana

    cante este misterio:

    la preciosa sangre

    y el precioso cuerpo.

    Quien nació de Virgen

    Rey del universo,

    por salvar al mundo

    dio su sangre en precio.



    Se entregó a nosotros,

    se nos dio naciendo

    de una casta Virgen;

    y, acabado el tiempo,

    tras haber sembrado,

    la Palabra, al pueblo,

    coronó su obra

    con prodigio excelso.



    Fue en la última cena

    -ágape fraterno-

    tras comer la pascua

    según mandamiento,

    con sus propias manos

    repartió su cuerpo,

    lo entregó a los doce

    para su alimento.



    La Palabra es carne

    y hace carne y cuerpo

    con palabra suya

    lo que fue pan nuestro.

    Hace sangre el vino

    y aunque no entendamos,

    basta fe si existe

    corazón sincero.



    Adorad postrados

    esta Sacramento.

    Cesa el viejo rito.

    Se establece el nuevo.

    Dudan los sentidos

    y el entendimiento

    que la fe lo supla

    con asentimiento.



    Himnos de alabanza,

    bendición y obsequio;

    por igual la gloria

    y el poder y el reino

    al eterno Padre

    con el Hijo eterno

    y el divino Espíritu

    Que la lengua humana

    cante este misterio:

    la preciosa sangre

    y el precioso cuerpo.

    Quien nació de Virgen

    Rey del universo,

    por salvar al mundo

    dio su sangre en precio.



    Se entregó a nosotros,

    se nos dio naciendo

    de una casta Virgen;

    y, acabado el tiempo,

    tras haber sembrado,

    la Palabra, al pueblo,

    coronó su obra

    con prodigio excelso.



    Fue en la última cena

    -ágape fraterno-

    tras comer la pascua

    según mandamiento,

    con sus propias manos

    repartió su cuerpo,

    lo entregó a los doce

    para su alimento.



    La Palabra es carne

    y hace carne y cuerpo

    con palabra suya

    lo que fue pan nuestro.

    Hace sangre el vino

    y aunque no entendamos,

    basta fe si existe

    corazón sincero.



    Adorad postrados

    esta Sacramento.

    Cesa el viejo rito.

    Se establece el nuevo.

    Dudan los sentidos

    y el entendimiento

    que la fe lo supla

    con asentimiento.



    Himnos de alabanza,

    bendición y obsequio;

    por igual la gloria

    y el poder y el reino

    al eterno Padre

    con el Hijo eterno

    y el divino Espíritu

    que procede de ellos.
    que procede de ellos.
    Adoro te Devote
    Esta pieza en su sencillez, es una pequeña perla preciosa de la Música Sagrada de nuestro tiempo. Su melodía tiene el sello del Artista consumado, pero sobre...
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    Jose Francisco Ramos Gomez II compartió la foto de José Francisco Ramos Gómez.
    Hace 34 minutos
    Himno a María Auxiliadora
    Rendidos a tus plantas,
    Reina y Señora,
    los cristianos te aclaman
    su Auxiliadora.

    Yo tus auxilios
    vengo a pedir,
    Virgen Santísima,
    ruega por mí.

    De este mar tempestuoso
    fúlgida estrella,
    cada vez que te miro
    eres más bella.

    Guíame al puerto
    salvo y feliz,
    Virgen Santísima,
    ruega por mí.

    En las horas de lucha
    sé mi consuelo,
    y al dejar esta vida
    llévame al cielo.

    En cuerpo y alma
    me ofrezco a Ti,
    Virgen Santísima,
    ruega por mí.
    en José Francisco Ramos Gomez.
    Foto
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    Jose Francisco Ramos Gomez II compartió la foto de José Francisco Ramos Gómez.
    Hace 35 minutos
    Padre Juan Bosco, Santo, que con tan gran amor y celo cultivasteis las múltiples formas de acción católica que hoy florecen en la Iglesia, conceded a sus asociaciones el mayor progreso y desarrollo. Redoblad en todos los corazones la devoción a la Santísima Eucaristía y a María Auxiliadora de los. Acrecentad en ellos el amor al Papa, el celo por la propagación de la fe, un solícito esmero por la educación de la juventud, (especialmente la abandonada a su suerte) y grandes entusiasmos para suscitar nuevas vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras haciendo surgir en todas partes nuevos evangelizadores para las diversas formas de apostolado recomendadas por Su Santidad el Papa, Vicario de Cristo. Infundid en todos los corazones católicos la llama de vuestro celo, para que, puedan al fin de su vida recoger el fruto de las muchas obras buenas practicadas durante ella.
    en Jose Francisco Ramos Gómez.
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace 38 minutos
    Catena Aurea ( cadena de oro) Lc 14, 15-24

    Cuando uno de los que comían a la mesa oyó esto, le dijo: "Bienaventurado el que comerá pan en el reino de Dios". Y El le dijo: "Un hombre hizo una grande cena y convidó a muchos. Y cuando fue la hora de la cena, envió uno de los siervos a decir a los convidados que viniesen, porque todo estaba aparejado: Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: He comprado una granja y necesito ir a verla; te ruego que me tengas por excusado. Y dijo otro: He comprado cinco yuntas de bueyes, y quiero ir a probarlas; te ruego que me tengas por excusado. Y dijo otro: He tomado mujer, y por eso no puedo ir allá. Y volviendo el siervo, dio cuenta a su señor de todo esto. Entonces airado el padre de familias dijo a su siervo: Sal luego a las plazas, y a las calles de la ciudad y tráeme acá cuantos pobres, y lisiados, y ciegos, y cojos hallares. Y dijo el siervo: Señor, hecho está como lo mandaste y aún hay lugar. Y dijo el señor al siervo: Sal a los caminos, y a los cercados, y fuérzalos a entrar para que se llene mi casa. Mas os digo, que ninguno de aquellos hombres que fueron llamados gustará mi cena". (vv. 15-24)


    Eusebio, in Cat. graec. Patr

    El Señor había enseñado antes a invitar a un convite a los que no pudieran darle, a fin de recibir la recompensa en la resurrección de los justos; y por tanto, creyendo uno de los convidados que era lo mismo la resurrección de los justos y el reino de Dios, recomienda la antedicha recompensa. Por tanto sigue: "Cuando uno de los que comían en la mesa oyó esto, le dijo: Bienaventurado el que comerá pan en el reino de Dios", etc.


    San Cirilo, ubi sup

    Este hombre era todo carnal, no comprendiendo lo que Jesús había dicho y creía que los premios de los santos eran materiales.


    San Agustín, De verb. Dom. serm. 33

    Como éste suspiraba por lo que estaba lejos, no veía el pan que deseaba y tenía delante. ¿Cuál es el pan del reino de Dios, sino el que dice ( Jn 6,41): "Yo soy el pan vivo que he bajado del cielo"? No preparéis la boca, sino el corazón.


    Beda

    Como muchos perciben el olor, digámoslo así, de este pan por la fe y les hastía su dulzura gustándolo verdaderamente, declara el Señor en la parábola siguiente que esta indiferencia no es digna de los banquetes celestiales. Sigue, pues: "Y El le dijo: Un hombre hizo una grande cena y convidó a muchos".


    San Cirilo, ubi supr

    Este hombre es Dios Padre, conforme a la verdad figurada en estas imágenes.


    San Crisóstomo

    Siempre que el Señor quiere dar a conocer su poder de castigar, se compara al oso, al leopardo, al león y a otros animales semejantes y cuando quiere expresar su misericordia, se compara al hombre.


    San Cirilo

    El Creador de todas las cosas, Padre de la gloria (el Señor), preparó una gran cena ordenada en Cristo. Y en los tiempos modernos, casi al final de nuestro siglo, brilló para nosotros el Hijo de Dios. Y sufriendo la muerte por nosotros nos dio a comer su propio cuerpo, por lo que el cordero fue inmolado por la tarde, según la ley de Moisés. Con razón, por tanto, se ha llamado cena al convite preparado en Jesucristo.


    San Gregorio, in hom. 36, in Evang

    Celebró una gran cena porque nos preparó la saciedad de su eterna dulzura; llamó a muchos pero vienen pocos. Porque sucede con frecuencia que aun los mismos que le están sometidos por la fe contradicen con su vida el convite eterno. Hay una diferencia entre las complacencias del cuerpo y las del corazón y es que cuando no se disfrutan las del cuerpo se tiene un gran deseo de ellas; y cuando se obtienen, hastían por la saciedad al que las alcanza. Lo contrario sucede con las delicias espirituales. Cuando no se tienen parecen desagradables; y cuando se alcanzan, se desean más. La suprema piedad nos recuerda y ofrece a nuestros ojos las delicias desdeñadas y nos excita a que rechacemos el disgusto que nos causan. Por esto sigue: "Y envió a uno de sus siervos".


    San Cirilo, ubi sup

    Este siervo que envió fue el mismo Jesucristo, el cual, siendo por naturaleza Dios y verdadero Hijo de Dios, se humilló a sí mismo tomando la forma de siervo. Fue enviado a la hora de la cena. El Verbo del Padre no tomó, pues, nuestra naturaleza en el principio, sino en los últimos tiempos. Añade, pues: "Porque todo estaba aparejado". El Padre había preparado en Jesucristo los bienes dados por El al mundo: el perdón de los pecados, la participación del Espíritu Santo y el brillo de la adopción. A esto nos llamó Jesucristo por las enseñanzas de su Evangelio.


    San Agustín, De verb. Dom., serm. 33

    Este hombre, mediador entre Dios y el hombre, es Jesucristo. Envió a que viniesen los invitados, esto es, los llamó por los profetas enviados con este fin, los cuales en otro tiempo invitaban a la cena de Jesucristo. Fueron enviados en varias ocasiones al pueblo de Israel. Muchas veces los llamaron para que viniesen a la hora de la cena; aquéllos recibieron a los que los invitaban, pero no aceptaron la cena. Leyeron a los profetas y mataron a Cristo. Y entonces prepararon, sin darse cuenta de ello, esa cena para nosotros. Una vez preparada la cena (esto es, una vez sacrificado Jesucristo), fueron enviados los apóstoles a los mismos a quienes antes habían sido enviados los profetas.


    San Gregorio, ut sup

    Por este siervo, que fue enviado por el padre de familia para invitar, está representado el orden de predicadores. Muchas veces suele suceder que un poderoso tenga un criado despreciable y cuando el amo manda algo por medio de él, no se menosprecia a la persona del criado que habla, porque se respeta a la del señor que lo envía. Dios nos ofrece, pues, lo que debía ser rogado, en vez de rogar. Quiere dar lo que casi no podía esperarse y, sin embargo, todos se excusan a una. Sigue, pues: "Y empezaron todos a una a excusarse". He aquí que un hombre rico es quien convida y los pobres se apresuran en acudir: somos invitados al convite de Dios y nos excusamos.


    San Agustín, ut sup

    Tres fueron las excusas que se dieron, de las que se añade: "El primero le dijo: He comprado una granja y necesito ir a verla", etc. En la granja comprada se da a conocer el dominio, luego el vicio de la soberbia es el primer castigado. El primer hombre que no quiso tener señor, quiso serlo él.


    San Gregorio, ut sup

    También se representan los bienes de la tierra por la granja. Sale, pues, a verla el que sólo fija su atención en la sustancia de los bienes de la tierra.


    San Ambrosio

    Así, pues, se prescribe al varón de la milicia santa que menosprecie los bienes de la tierra. Porque el que atendiendo a cosas de poco mérito compra posesiones terrenas, no puede alcanzar el reino del cielo. Porque dice el Señor ( Mt 19,21): "Vende todo lo que tienes y sígueme".

    Prosigue: "Y dijo otro: He comprado cinco yuntas de bueyes y quiero ir a probarlas".


    San Agustín De verb. Dom. serm. 3

    Las cinco yuntas de bueyes son los cinco sentidos corporales. En los ojos está la vista, en las orejas el oído, en las narices el olor, en las fauces el gusto y en todos los miembros el tacto. Pero a los que especialmente se apropian las yuntas es a los tres primeros sentidos: dos son los ojos, dos las orejas, dos las narices. He aquí tres yuntas. Y en las fauces, esto es, en el sentido del gusto, se encuentra cierto doble sentido, porque no percibimos el sabor de una cosa si no juntamos la lengua al paladar. La voluptuosidad de la carne, que pertenece al tacto, oculta una doble sensación, que es interior y exterior. Se llaman yuntas de bueyes porque por medio de estos sentidos carnales se buscan todas las cosas terrenas y los bueyes están inclinados hacia la tierra. Y los hombres que no tienen fe, consagrados a las cosas de la tierra, no quieren creer otra cosa más que aquellas que perciben por cualquiera de estos cinco sentidos corporales. No, dicen, nosotros no creemos más que lo que vemos. Cuando pensamos de tal modo, aquellas cinco yuntas de bueyes nos impiden ir a la cena. Para que conozcáis, sin embargo, que la complacencia de estos cinco sentidos no es la que más arrastra y deleita, sino cierta curiosidad, no dijo: he comprado cinco yuntas de bueyes y voy a darles de comer, sino, voy a probarlas.


    San Gregorio, in Evang hom. 36

    Y como los sentidos corporales no pueden comprender las cosas interiores y sólo conocen las exteriores, puede muy bien entenderse por ellos la curiosidad, que examinando la vida ajena desconoce la suya íntima y cuida de verlo todo por el exterior. Pero debe advertirse que el que por haber comprado una granja y el que por probar las yuntas de los bueyes se excusan de ir a la cena del que los convida, confunden las palabras de humildad. Porque cuando dicen ruego y menosprecian el ir, en la palabra aparece la humildad, pero en la acción la soberbia.

    Prosigue: "Y otro dijo: He tomado mujer y por eso no puedo ir allá".


    San Agustín., De verb. Dom. serm. 33.

    Esta es la pasión carnal que estorba a muchos. ¡Ojalá que sólo fuese exterior y no interior! El que dice: "He tomado mujer", se goza en la voluptuosidad de la carne y se excusa de ir a la cena. Mire no sea que muera de hambre interior.


    San Basilio, in Cat. graec. Patr

    Dice también: "No puedo venir", porque cuando el entendimiento humano se fija en las complacencias del mundo, se incapacita para las obras divinas.


    Greg., ut sup.

    Aunque el matrimonio es bueno y ha sido establecido por la Divina Providencia para propagar la especie, muchos no buscan esta propagación, sino la satisfacción de sus voluptuosos deseos; y por tanto, convierten una cosa justa en injusta.


    San Ambrosio.

    No es que se vitupere el matrimonio, pero la virginidad es mucho más honrosa. Porque la mujer virgen piensa en lo que es del Señor, para santificar su cuerpo y su alma, mientras que la casada piensa en las cosas del mundo ( 1Cor 7,34) 1.


    San Agustín, ut sup

    Cuando dijo San Juan ( 1Jn 2,16): todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y ambición del siglo, empezó por donde el Evangelio acaba. Concupiscencia de la carne, he tomado mujer. Concupiscencia de los ojos, he comprado cinco yuntas de bueyes. Ambición del siglo, he comprado una granja. Tomando la parte por el todo, los cinco sentidos se expresan en sólo los ojos, que son el principal entre ellos. Por tanto, aunque la vista pertenezca propiamente a los ojos, solemos decir que el hombre ve por todos los cinco sentidos.


    San Cirilo

    ¿Quiénes diremos que fueron los que no quisieron venir por las causas predichas, sino los príncipes de los judíos, a quienes vemos reprendidos en todo este pasaje de la Sagrada Escritura?


    Orígenes, in Cat. graec. Patr

    Estos que compraron la granja y rehúsan o se excusan de ir a la cena, son aquellos que habiendo recibido otras enseñanzas de la Divinidad, no las practicaron y despreciaron el Verbo que poseían. Este que compró cinco yuntas de bueyes, es todo aquel que menosprecia su naturaleza espiritual y se fija en lo sensible, por lo que no puede conocer la naturaleza incorpórea. El que tomó mujer es el que está unido a la carne y prefiere sus pasiones al amor de Dios ( 1Tim 3,4).


    San Ambrosio

    O bien consideremos que tres clases de personas son excluidas de esta cena: los gentiles, los judíos y los herejes. Los judíos se imponen el yugo de la ley en sentido material. Las cinco yuntas representan los diez mandamientos, acerca de los que se dice en el Deuteronomio ( Dt 4,13): "El os reveló su alianza, que os mandó poner en práctica, las diez Palabras que escribió en tablas de piedra", esto es, los mandamientos del decálogo. O de otro modo: las cinco yuntas son los cinco libros de la antigua ley y la herejía que, a imitación de Eva, tienta el afecto de la fe con femenil seducción. Y el Apóstol ( Ef 5; Col 3; Heb 13; 2Tim 2) dice que debemos huir de la avaricia, no sea que, como sucede a los gentiles, nos incapacitemos de poder llegar al reino de Jesucristo. Por tanto, aquél que compró la granja no es apto para el reino de los cielos, ni el que prefirió el yugo de la ley al don de la gracia, ni el que se excusa por haber tomado mujer. Prosigue: "Y volviendo el siervo dio cuenta a su señor de todo esto".


    San Agustín Super Gen. 5, 19

    El Señor no necesita de sus enviados para conocer a las criaturas inferiores, como si hubiera de saber más por ellos, sino que conoce todas las cosas permanente e inimitablemente y tiene mensajeros por nosotros y por ellos mismos, porque de este modo, en el orden de su propia naturaleza, está bien que se presenten a Dios para consultarle sobre las criaturas inferiores y para ejecutar sus mandatos.


    San Cirilo, ubi sup

    Habiendo renunciado a su vocación los príncipes de los judíos, según ellos decían ( Jn 7,48): "¿acaso ha creído en El alguno de nuestros príncipes?", se indignó el padre de familia contra ellos, como acreedores a su indignación y a su ira. Por esto sigue: "Entonces airado el padre de familia", etc.


    San Basilio in Sal. 37

    No porque la Divinidad pueda tener la pasión de la ira, sino que lo que en nosotros se hace por la ira se llama ira o indignación de Dios.


    San Cirilo, ubi sup

    Así, pues, se dice que se indignó el padre de familia contra los príncipes de los judíos y fueron llamados en lugar de ellos los que eran de entre los judíos más sencillos y de inteligencia más limitada. Habiendo hablado Pedro, primero creyeron tres mil ( Hch 2,41), después cinco mil ( Hch 4,4) y después gran parte del pueblo. Por esto añade: "Dijo a su siervo: Sal luego a las plazas y a las calles de la ciudad y tráeme acá cuantos pobres y lisiados y ciegos y cojos hallares".


    San Ambrosio

    Invita a los pobres, a los débiles y a los ciegos, para dar a conocer que la enfermedad del cuerpo no impide la entrada en el reino de los cielos, que rara vez falta aquel que no halla incentivo en el pecado, o que la enfermedad de los pecadores se perdona por la misericordia del Señor. Por esto envía a las plazas para que vengan al camino estrecho, abandonando los caminos anchos.


    San Gregorio, in Evang hom. 36

    Y como los soberbios no quieren venir, elige a los pobres. Se llaman débiles y pobres los que según su propio juicio están enfermos, porque son como fuertes los pobres a quienes ensoberbece la pobreza. Son ciegos los que no tienen ninguna luz o talento; cojos los que no andan derechos en sus obras. Pero mientras los vicios de éstos se dan a conocer en la enfermedad de los miembros, como fueron pecadores los que no quisieron venir una vez llamados, así lo son los que son instados y vienen. Pero los pecadores soberbios son rechazados y los humildes son elegidos. El Señor elige a los que el mundo desprecia, porque muchas veces sucede que el desprecio hace al hombre fijarse en sí mismo y algunos oyen la voz del Señor tanto más pronto cuanto menos complacencias les ofrece el mundo. Por tanto, cuando el Señor llama a algunos de las calles y de las plazas para que vengan a su cena, se refiere a aquel pueblo que había conocido muy temprano la gran importancia de la ley, pero la multitud del pueblo de Israel que creyó, no llenó todo el espacio preparado del celestial convite. Por esto prosigue: "Y dijo el siervo: Señor, hecho está como lo mandaste y aun hay lugar", etc. Había entrado ya gran número de judíos, pero aún queda mucho lugar en el reino donde debe recibirse multitud de gentiles. Por esto sigue: "Y dijo el señor al siervo: Sal a los caminos y a los cercados y fuérzalos a entrar". Cuando mandó recoger a sus convidados de los cercados y de los caminos buscó al pueblo bárbaro, esto es, al pueblo gentil.


    San Ambrosio

    Mandó a los caminos y a los cercados, porque son aptos para el reino de los cielos aquellos que no ocupándose de las delicias de esta vida, se apresuran a buscar las del cielo. Puestos en el camino de la buena voluntad -y así como el cercado separa lo que está cultivado de lo que no lo está, e impide la entrada de las bestias-, saben distinguir las cosas buenas de las malas y oponer la muralla de la fe contra las tentaciones de la disipación espiritual.


    San Agustín, , De verb. Dom. serm. 33

    Vinieron los gentiles de las plazas y de las calles y los herejes de los cercados. Porque los que hacen cercados, establecen divisiones, se separan de los cercados, se apartan de las espinas, pero no quieren ser obligados y dicen: entremos por nuestra propia voluntad. Y no es lo que mandó el Señor que dijo: obliga a entrar. La necesidad se encuentra afuera, de donde nace la voluntad.


    San Gregorio, ut sup

    Todos los que son obligados por las adversidades del mundo a volver al amor de Dios, son obligados a entrar. Pero es muy terrible la sentencia que sigue: "Mas os digo, que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados gustará mi cena". Por tanto, que ninguno lo desprecie, no sea que si se excusa cuando se lo llame, no pueda entrar cuando él quiera.
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        A Melisa Garcia le gusta esto.
        Adorador Perpetuo Oro Por Ti
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace 41 minutos
    24 Porque os digo que ninguno de aquellos que estaban invitados ha de probar mi banquete.

    Estas últimas palabras de la parábola no las dice ya el amo de casa, sino Jesús. Es como si saliera al proscenio y hablara al público (*). La parábola va avanzando cada vez más hacia Jesús. Primero se habla de «un hombre» (v. 16), luego se dice «el amo de casa» (v21b), y finalmente se lo llama «señor» (v. 23). Jesús mismo pronuncia las palabras conminatorias de la exclusión de los primeros invitados que habían despreciado su invitación.

    El fariseo que durante la comida había pronunciado su «bienaventuranza», estaba persuadido de que tomaría parte en el banquete del fin de los tiempos. ¿Puede estar tan seguro? Desde luego, todo Israel fue invitado por Dios a lo largo de la historia de la salvación. Ahora tiene lugar el llamamiento último y decisivo, la invitación definitiva: por Jesús. Se ha iniciado la hora más decisiva de la historia de la salud. «Ahora es el tiempo favorable; ahora es el día de salvación» (2Cor 6,2; Is 49,8; Lc 4, 21). Ahora hay que dirigirse a Jesús y hay que escuchar su invitación (13,24.25s). ¿Qué es lo que sucede? Se rechaza su invitación. El desenlace: «Ninguno de aquellos que estaban invitados ha de probar mi banquete.» ¿Qué decir ahora de la seguridad del fariseo?

    Las razones que dan los invitados para excusarse están desarrolladas tan ampliamente por Lucas (**) que merecen ser examinadas. La propiedad (un campo), los negocios y las faenas (los bueyes), la mujer (contraer matrimonio) son los impedimentos para cumplimentar la invitación. Tres motivos parecidos impiden que se desarrolle y dé fruto la palabra de Dios: «Lo que cayó entre zarzas son los que oyeron; pero con las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, se van ahogando y no llegan a madurar» (8,14). A la propiedad y al amor de la mujer se opone en san Mateo el llamamiento a la pobreza y a la virginidad (Mt 19,21.11s), llamamiento que no va dirigido a todos.

    La parábola es una invitación a entrar dentro de sí, a convertirse. Se pone en contingencia la entrada al banquete del reino de Dios, si no se oye y se pone en práctica la palabra de Jesús. Los tres invitados rechazan la invitación porque los negocios de la tierra, los asuntos de la vida, los placeres y su satisfacción tienen para ellos más importancia que el llamamiento de Jesús y la predicación de la Iglesia, que lleva a los hombres esta invitación de Jesús. Se animan quizá por un momento -como los invitados a la primera invitación-, pero no toman una decisión seria y definitiva que se traduce en obras; quieren alcanzar bienestar y disfrutarlo.

    Dos clases de hombres son llevados al banquete y ocupan los puestos de los primeros invitados. También sobre esto conviene reflexionar. Son precisamente los mismos que son excluidos del reino de Dios por los fariseos: los pobres (tullidos, cojos, ciegos) y los gentiles. No pertenecen a la sagrada comunidad de Israel y no pueden esperar gozar de la comunidad de mesa en el reino de Dios. Jesús juzga diferentemente. Precisamente a los pobres y a los paganos despeja Jesús el camino del banquete en el reino. En ellos halla eso que él mismo anuncia como condición fundamental para entrar en el reino. Los pobres y los paganos que aceptan la invitación no se atreven a creer que se les ha invitado a ellos; tienen que ser llevados y forzados a entrar. Se reconocen pobres delante de Dios y se tienen por indignos, como la pecadora en casa del fariseo (7,36), el jefe de publicanos, Zaqueo (19,1), el publicano en el templo (18,8), el hijo pródigo (15,11), el ladrón crucificado juntamente con Jesús (23,41).

    La parábola del gran banquete cierra el symposion lucano. De ella se proyecta luz sobre el banquete que celebran las comunidades cristianas el domingo. ¿Quiénes son, pues, los que allí se congregan? Pablo hace la presentación de la comunidad de Corinto: «Fijaos, hermanos, quiénes habéis sido llamados: no hay entre vosotros muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos de noble cuna; todo lo contrario: lo que para el mundo es necio, lo escogió Dios para avergonzar a los sabios, y lo que para el mundo es débil, lo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte, y lo plebeyo del mundo y lo despreciable, lo que no cuenta, lo escogió Dios» (lCor 1,26-28). ¿Por qué así? En la comida de un príncipe de los fariseos -en una comida festiva de sábado- sólo uno halló la salud y salvación: el pobre hidrópico despreciado...

    Sobre el symposion se extiende la luz, el resplandor del amor generoso, misericordioso, de Dios, que se goza de darlo todo a los que no tienen nada: al hidrópico, a los tullidos, cojos y ciegos -y a los gentiles que viven fuera del abrigo de la ciudad de Dios-; todos éstos son saciados porque tienen hambre y no poseen nada. Los que se jactan de poseer, salen con las manos vacías (1,53). Esta fe, esta convicción de que lo más grande que puede esperar el hombre es don y gracia, es lo que crea la verdadera comunidad, que congrega a las gentes en el banquete del Señor. El saber que la adhesión al Señor es lo decisivo en el camino de la salud, esto es lo que proporciona el verdadero fruto de la eucaristía: participación en la muerte del Señor hasta que él venga (22,20; lCor 11,25). El symposion se celebra camino de Jerusalén.
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace 43 minutos
    21b Entonces el amo de casa se enfureció y dijo a su criado: Sal inmediatamente per las plazas y las calles de la ciudad, y trae aquí los pobres, los tullidos, los ciegos y los cojos. 22 Luego le dijo el criado: Señor, se ha hecho lo que has mandado, pero todavía queda sitio. 23 Entonces el señor dijo al criado: Pues sal a los caminos y cercados, y obliga a la gente a entrar, hasta que mi casa se llene.

    El banquete está preparado. El amo de casa no tiene la menor idea de suspenderlo. Quiere brindar la alegría del banquete. Así pues, hay que buscar a otros que sustituyan a los primeros invitados. A la primera invitación no halla suficientes comensales como para llenar la sala. Se envía por segunda vez al criado que hace las invitaciones. El anfitrión es generoso y magnánimo. La magnanimidad del anfitrión contrasta con la mezquindad de los primeros invitados. Aquí se diseña la imagen de Dios. Dios es amor que da, que se da, que se muestra condescendiente.

    Primeramente se invita a los pobres que se hallan por las calles y plazas. No tienen casa, pero por lo menos viven resguardados por los muros de la ciudad. Los tullidos, los ciegos y los cojos son excluidos de la comunidad cultual por los judíos (14,13). Los nuevos comensales no han de ser sencillamente invitados: hay que traerlos. No les cabe en la cabeza que puedan ser invitados a un banquete, ni siquiera se atreven a ir cuando oyen la invitación; es preciso llevarlos. Hay que darse prisa, pues el tiempo apremia, el banquete está preparado.

    La segunda invitación va dirigida a los que vagan por los caminos en los alrededores de la ciudad. Los caminos del campo están limitados por cercas. Los extraños que acampan por allá, que no tienen derecho de ciudadanía en la ciudad, tienen que ser traídos a la fuerza. Según la cortesía oriental, hasta los más pobres deben resistirse a toda invitación hasta que tomados de la mano y con suave violencia (24,29) se los introduzca en la casa. Esas gentes, que andan vagando fuera de la ciudad, ¿podrán ahora ir a la ciudad, a un «gran banquete»? Les parece increíble. No se creen dignos.
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace 44 minutos
    18 Pero todos, sin excepción, comenzaron a excusarse. El primero le dijo: He comprado un campo y necesariamente tengo que ir a verlo; te ruego que me dispenses. 19 Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a ir a probarlas; te ruego que me dispenses. 20 Y otro contestó: Me acabo de casar, y por eso no puedo ir. 21a Se presentó, pues, el criado y refirió estas cosas a su señor.

    Ser invitado a un banquete es un honor y una alegría. Como si se hubiesen puesto de acuerdo, todos los invitados se excusan, aunque ya habían aceptado la invitación. Todos sin excepción: el hecho es grave. Rechazar la invitación, sobre todo en el último momento, se tiene por una ofensa. La manera como fue rechazada hubo de disgustar al anfitrión (*). El primero habla todavía de necesidad, de fuerza mayor, y se excusa. El segundo se contenta ya con decir: Voy..., y también se excusa. E1 tercero ni siquiera se excusa ya. La propiedad, las ocupaciones, la esposa son los impedimentos para cumplimentar la invitación, para decidirse a responder al llamamiento: son cosas que hacen perder todo el interés por la invitación.
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace 45 minutos
    16 Entonces él le contestó: Un hombre preparaba un gran banquete e invitó a mucha gente; 17 y envió a su criado a la hora del banquete para decir a los invitados: Venid, que ya está preparado.

    Jesús no se detiene en la felicitación del comensal, sino que habla del comportamiento de los invitados. Siempre evitó describir la magnificencia del banquete de los últimos tiempos; el reino de Dios sobrepuja toda representación humana. Jesús pasa de la felicitación a la decisión personal que se requiere para tomar parte en el banquete (cf. 13, 23s). Era necesario hacer vacilar la falsa seguridad en sí mismo y debía aceptarse su llamamiento a la conversión.

    Los grandes banquetes tienen lugar por la noche. Aquí se trata de un gran banquete, pues son muchos los invitados. Primero se hace una invitación previa, con la que se anuncia el banquete. Todavía no se indica la hora exacta. Poco antes de comenzar envía el anfitrión a un criado para que los invitados que habían aceptado la invitación se acuerden de que ya es hora, que todo está preparado. Con esta forma de invitación observa el anfitrión una práctica de cortesía que se había hecho corriente en los ambientes distinguidos de Jerusalén. «En Jerusalén no acudía nadie a un banquete si no había sido invitado dos veces.» Cuando tenía lugar la segunda invitación, la cortesía exigía que se cumplimentase.
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace 46 minutos
    La gran cena (Lc/14/15-24)

    15 Cuando oyó esto uno de los comensales, le dijo: Dichoso el que participe en el banquete del reino de Dios.

    Uno de los comensales toma la palabra y formula lo que se cierne tácitamente sobre estas conversaciones: el banquete del reino de Dios. El banquete en la tierra es imagen del banquete futuro, con el que se representa la consumación final, el reino de Dios (13,28). El comensal llama dichoso al que pueda participar en aquel banquete. La esperanza y el anhelo de Israel gira en torno a este banquete. Es el banquete de la redención, que no ha de tener fin. Los escritos apocalípticos lo describieron con los colores más vivos: «En la última venida sacará (Dios) a Adán y a los patriarcas y los conducirá aquí (al paraíso del Edén), para que se regocijen, como una persona trae a los que ama para que se sienten a la mesa con él, y esos que han venido, hablan ante el palacio de ese hombre, esperando con gozo su banquete, el disfrute del bien y de la riqueza inconmensurable, y gozo y alegría en la luz y en la vida eterna» (Henoc eslavo 42,5). La antigua Iglesia repite la felicitación del comensal, cuando piensa en la vida futura: «Bienaventurados los invitados al banquete de las bodas del Cordero» (/Ap/19/09). Confluyen las imágenes del banquete escatológico y de las bodas escatológicas. Dejan entrever el gozo que aporta el tiempo final. Cuando la comunidad primitiva de Jerusalén se reunía para «partir el pan», se sentía penetrada de gozo por lo que iba a venir y de júbilo por la salvación (Act 2,46). El banquete que se celebraba orientaba la mirada hacia la salvación consumada. El «partir el pan» del banquete eucarístico hacía esperar confiadamente el banquete del fin de los tiempos. Jesús mismo, en la última cena, hizo mención del banquete futuro en el reino de Dios (22,16.18.29). «Bienaventurado el que coma el pan en el reino de Dios.» La mirada pasa de la comida del sábado al banquete eucarístico, y de éste al banquete en el reino de Dios.

    Al fariseo que pronunció las palabras de parabién no 1e cabía duda de que él participaría en el banquete de la bienaventuranza. Para tener parte en la vida futura que libra de toda angustia, lleva él con gusto el peso de la ley y se preocupa ansiosamente por cumplir con todas sus letras, y edifica con artificio una valla alrededor de la ley para impedir que sufra la menor violación. Si la obediencia no era fácil y sólo se podía observar con gran renuncia, el hombre religioso se sentía fortalecer con la mirada a la bienaventuranza con que Dios recompensaría su servicio. ¡Qué bien les irá a los que estén invitados al banquete que Dios prepara para los justos, cuando sea revelado su reino! El fariseo está convencido de que él estará presente, pues se reconoce por «hijo del reino» (Mt 8,12).
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace 49 minutos
    Comentario del Santo Evangelio: Lucas 14,15-24

    LA LLAMADA Y LA INVITACIÓN

    Ante todo, viene a la mente la parábola del gran banquete, de la doble tradición /Mt/22/01-13 y Lucas. La leemos en Lc 14, 15-24 porque todo el capítulo se desarrolla sobre nuestra temática. (...)

    La parábola es tan rica que muchos elementos traen a otros. El rechazo de algunos y la aceptación de otros nos recuerda, por ejemplo, la distinta suerte de la semilla (comida, sofocada, que madura y produce). La invitación que se extiende a los pobres, a los ciegos, a los cojos hace pensar en la búsqueda de los perdidos. La palabra final: "Ninguno de aquellos que habían sido invitados, probará mi mesa" recuerda las parábolas del juicio.

    Sin embargo, me parece evidente que el tema central es la invitación, la llamada, la vergüenza de rechazar la invitación, las excusas mezquinas para justificar el rechazo, la liberalidad de quien sigue invitando sin cansarse. Junto a esta parábola fundamental de llamada, podemos enumerar otras que, aun sin tener la misma estructura, tocan el mismo argumento:

    - Mt 20, 1-16: el reclutamiento de los obreros para la viña en distintas horas. Está el patrón que llama y después, al pagar el salario, mira más a su liberalidad que al trabajo realizado: el acento, pues, está en la magnanimidad del patrón y en la gracia de la llamada.

    - Mt 21, 28-32: la breve parábola de los dos hijos (¡se usa poco porque es muy peligrosa!). Un hijo dice: Voy, y no va; el otro dice: No voy, y va. Son distintas respuestas a la llamada del padre que formula una invitación, una orden, una petición. ¿Quién escucha en realidad la llamada? El que de hecho va, no el que solamente dice sí.

    Lc 14, 12-14: es un dicho sapiencial, pero que se cita por su afinidad con nuestro tema. Si nos colocamos de parte de quien invita y de su liberalidad, estamos en el cuadro de la llamada, de una llamada gratuita, que no espera ninguna recompensa: espera la respuesta, pero no para sacar provecho.

    - Mt 13, 44-46: las parábolas del tesoro escondido y de la perla. El descubrimiento del tesoro y de la perla es una ocasión única, providencial, y responsabiliza ante una llamada: ¿qué hago ahora, cómo respondo? ¡Muévete, vende lo que tienes!

    - Lc 14, 28-33: en este contexto yo añadiría la construcción de la torre y la guerra. Quien quiere construir una torre, debe primero hacer sus cuentas. Quien quiere hacer la guerra, tenga cuidado de no ir con pocos hombres. ¿Qué quiere decir? Que quien quiera seguir a Jesús tiene que renunciar a todo, tiene que hacer sus cuentas con la secuela. Son dos parábolas que indican la decisión total con que es necesario seguir la invitación de Jesús y, por tanto, ponen en parábola la narración histórica de la invitación del joven rico. El joven rico representa una típica escena de invitación con las condiciones de la secuela: "Ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres". Tiene un paralelo muy estrecho con el tesoro escondido en el campo, la perla preciosa, la construcción de la torre y la guerra. La llamada parte de un corazón gratuito, pero compromete al hombre en su totalidad, exige que lo deje todo. Por esto, el hombre se defiende instintivamente: me casé, compré campos, bueyes... Solamente acepta gustoso quien es pobre de espíritu: "Dichosos los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos".

    - /Lc/10/29-37 PROJIMO/QUIEN-ES: la parábola del buen samaritano. Al principio de nuestras meditaciones dije que no sabía en dónde colocarla y, en efecto, es una narración aparte, precisamente por su grandiosidad. Pero para unirla a las demás (uniones que no se hacen a priori, sino tratando de dar un orden a las muchas cosas que Jesús dijo en tantas situaciones diversas), me parece que el encuentro con el herido es una llamada, una ocasión de invitación. ¿Quieres ser prójimo? Uno responde que no, el otro también dice que no, y otro responde que sí. Y ser prójimo quiere decir olvidar el propio camino, dejar el propio camino, bajarse de la cabalgadura, ocuparse del hermano, tener misericordia. Aunque con distintas palabras, están presentes las condiciones de la secuela para vivir el mandamiento del amor.

    Estas son las parábolas de la llamada: nueve en total. (...)

    CARACTERÍSTICAS DE LA INVITACIÓN:

    BANQUETE/PARABOLA

    ¿Qué dicen las parábolas de la llamada? Partiendo de la más importante, la del banquete, enumero algunas características que nos ayuden a comprender mejor el pensamiento de Jesús:

    1. El reino de Dios es festivo, precioso, alegre: en efecto, es semejante a un banquete, a un tesoro, a una perla maravillosa.

    2. La entrada al banquete no es libre, se requiere una invitación. Un patrón llama, un rey invita; se coloca a los invitados ante una situación de responsabilidad, de elección. La invitación es un acto de gracia y quien invita quiere difundir su alegría, manifestarla, participarla.

    3. La invitación es seria, empeñativa. El acento es muy fuerte sobre este aspecto. Es una invitación de amor que compromete la vida, que la empeña seriamente. Es evidente el salto de cualidad entre lo humano y lo divino. Una invitación humana se puede aceptar o rechazar. Si se rechaza, no hay ningún perjuicio serio; si se la acepta, no queda uno comprometido existencialmente. En cambio, Dios es tan misterioso, maravilloso, que, al invitar, compromete, y es un compromiso que cambia totalmente la vida, la transfigura, la hace nueva.

    4. Quien rechaza la invitación es insensato e irrazonable. Quien no va al banquete del rey presenta pretextos, porque sabe que ofende al rey, sabe que se equivoca y, por tanto, no razona bien, se comporta como insensato.

    5. Quien rechaza legitima su respuesta. El hombre tiende a legitimar su rechazo a la palabra de Dios, a su llamada. Aun cuando se trata de llamadas sencillas, que expresan el reino en los acontecimientos cotidianos, quien rechaza encuentra siempre excusas que parecen buenas. El hombre se avergüenza de decir: Dije no a la palabra de Dios. Prefiere más bien imputar su no a las circunstancias externas, a la inoportunidad del momento: Después, ahora no, hay una cosa importante por hacer... La parábola escruta aquí las profundidades tenebrosas de la sique que racionaliza siempre lo que hace para demostrar que por lo menos tenía alguna razón.

    6. La invitación se hace libremente. Se necesita la invitación, porque la entrada no es libre, pero no está reservada a una élite: está dirigida a los pobres, a los tullidos, a los cojos, a todos. Ya lo vimos en la búsqueda de los perdidos y aquí lo vemos bajo el tema de la invitación: están invitados todos los desgraciados, los pobres, y no solamente los doctos, los sabios, los inteligentes, los nobles. La parábola parte de estos precisamente porque tiene un fondo humano, luego lo supera y revela que el rey, el amo quiere a todos, hasta a los más miserables.

    No hay, pues, una Iglesia de élite, hay una Iglesia para todos indistintamente y la invitación se hace a la primera hora, a las horas intermedias y a la última hora, a todas las horas, en todos los tiempos.

    Con liberalidad. El salario que el dueño de la viña da a los trabajadores de la última hora indica que, en el fondo, al dueño no le importaba tanto el trabajo, sino más bien que la persona respondiera y que se fuera contenta. Como ya lo decíamos, la liberalidad del dueño, la falta de la justicia distributiva nos crea siempre dificultades, cuando tenemos que explicar esta parábola.

    7. La invitación exige obediencia y desapego. Es una característica que recuerda la del tercer punto: invitación seria y empeñativa. Pero aquí se profundiza: no basta decir sí con las palabras, y obedece el hijo que con las palabras había dicho que no, pero después va. Fuera del lenguaje parabólico está la palabra de Jesús: "No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre" (/Mt/07/21). La invitación exige totalidad, porque quien encuentra el tesoro vende todo lo que tiene, para comprarlo, y el que encuentra la perla vende todo para comprarla. Exige seriedad, porque no se puede construir un casa sin seriedad, no se puede ir a la guerra sin la debida preparación. Responder a la invitación supone exigencias que tocan de lleno a la vida.

    8. La invitación está a tu lado, imprevista, en la esquina de la calle. El samaritano no esperaba encontrar aquella invitación. A un cierto momento interviene la llamada: ¿Quieres ser prójimo, quieres amar al prójimo? Entonces tienes que hacer así y así, pues de lo contrario no amas al prójimo. No es sólo una invitación genérica a la fe: evidentemente también está este aspecto, pero se especifica en todas las situaciones de responsabilidad seria ante la que se pone la vida y que son oportunidades y al mismo tiempo posibilidades de fallar.
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace 52 minutos
    Comentario del Santo Evangelio: Lucas 14,15-24 El banquete de bodas.

    La parábola de las bodas reales forma, junto con las dos precedentes, una trilogía que expresa, en un impresionante crescendo, el veredicto de condena de los jefes de los judíos que rechazan el Evangelio de salvación proclamado por Jesús. En la primera se indica el mal (Mt 21,32); en la segunda se presenta el castigo (Mt 21,43), y ahora se muestra su ejecución (v. 13).

    Esta última parábola, continuación de la precedente, se dirige a los mismos oyentes y se articula asimismo en varias escenas. En la primera parte (vv. 2-10) se compara el Reino con un banquete ofrecido por el rey con motivo de las bodas de su hijo. Antes de la fiesta se invita a muchas personas, pero todas rechazan la invitación. Se renueva la invitación cuando el banquete ya está dispuesto, pero también ahora se produce un rechazo general; más aún, se insulta y asesina a algunos de los siervos del rey. Se trata de la síntesis de la parábola de los viñadores homicidas, en la que se presenta el itinerario de la historia de Israel desde el Éxodo hasta los tiempos de Jesús.

    La invitación se extiende ahora a todos indistintamente, buenos y malos: ahora, por fin, se llena de convidados la sala del banquete y puede comenzar la fiesta (vv. 8-10). Sin embargo, a uno de los comensales, que ha entrado sin el traje de boda, se le echa fuera a las tinieblas (v. 13).

    También esta parábola, que se remonta en sus orígenes a Jesús, ha experimentado muchas transformaciones. Al significado primitivo del anuncio, dirigido en primer lugar a Israel —que lo rechazó— y después a todos, se añade una consideración sobre el hecho de que no basta con ser llamado al banquete y asistir, sino que es preciso presentarse con el traje nupcial. Este —según dicen algunos documentos históricos— se entregaba gratuitamente, aunque era preciso acercarse al guardarropía contiguo antes de entrar en la sala nupcial. O sea, que no es posible salvarse sin acoger la gracia —que el Señor da a todos los que la invocan— y dejarse transformar —revestir— por ella. Así pues, no basta con ser «llamado»; también es preciso ser «elegido». Cada uno será juzgado sobre la base de esta obra fundamental que es la conversión, fruto de la Palabra escuchada y puesta en práctica (cf. Mt 7,24).

    Todo está dispuesto para el banquete nupcial del hijo del rey. Conocemos bien al protagonista de este relato. Todo se refiere a él, al gran director de la aventura humana. En la parábola no se registran otras palabras más que las suyas. Sabemos también quién es el hijo por cuyas bodas se ha dispuesto la cena festiva. Por tanto, tampoco debería resultarnos difícil reconocernos en los invitados que rechazan neciamente la ocasión de sentarse en el banquete nupcial. Es una negación obstinada que irrita al rey, defraudado en su amor apasionado. Con todo, no se rinde, no se da por vencido.

    Hasta tal punto nos quiere, que llega a destruir todo lo que es para nosotros causa de «distracción» y nos hace olvidar nuestro más profundo deseo de vida y de felicidad. Llega incluso a fingir que nos abandona, pero, de hecho, envía a sus siervos a buscar por todas partes —a los cruces de los caminos, a lo largo de los setos, a los lugares más escondidos y remotos— a otros invitados, sin importarle que sean buenos o malos: lo importante es que digan «sí».

    ¿Y entre estos últimos llamados no nos encontramos precisamente nosotros, que, después de nuestros rechazos, nos íbamos, cansados, abatidos, en busca de nuevas y sórdidas aventuras? Nosotros, los «elegidos» en virtud del bautismo, nos hemos convertido de nuevo en «paganos» a causa de nuestro modo de vivir, más de acuerdo con la mentalidad del mundo que con el Evangelio. Es la experiencia de la pobreza la que hace brotar, por fin, del corazón el “sí” que el Señor espera. Ahora bien, ¿se trata verdaderamente de un «sí» total, incondicional, de un «sí» bañado por las lágrimas del arrepentimiento e iluminado por la alegría del perdón? La parábola presenta todavía una nota triste, una nota que no puede dejar de hacernos reflexionar. Es posible tener el atrevimiento de presentarse en las bodas sin el traje nupcial. No se trata —como puede suceder en los desposorios humanos— de la pompa exterior, sino de una realidad muy profunda. El rito del bautismo prevé, entre otros símbolos, la entrega de la «vestidura blanca» al recién bautizado, que va acompañada por la siguiente oración: « (nombre…), eres ya nueva creatura y has sido revestido de Cristo. Esta vestidura blanca sea signo de tu dignidad de cristiano. Ayudado por la palabra y el ejemplo de los tuyos, consérvala sin mancha hasta la vida eterna». Presentarse en las bodas sin el traje de boda no significa tanto estar sucios por el pecado —los últimos invitados son buenos y malos— como rechazar, una vez más y con mayor descaro, la comunión de vida con Jesús. Y el rey, aunque la sala del banquete esté atestada, no podrá dejar de notar que falta todavía alguien. Si su reacción es fuerte y dura, lo es sólo por amor. Amenaza como lo hace un padre dolorosamente sorprendido por lo absurdo del comportamiento de un hijo disoluto. De hecho, ¿qué puede haber más increíble que nuestro obstinado rechazo del amor?
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace 54 minutos
    Comentario del Santo Evangelio: Lucas 14,15-24Las parábolas de la misericordia.

    Cobradores de impuestos y pecadores abren la escena. Ellos van a Jesús para escucharle. En diferentes partes del evangelio de Lucas se hace referencia a la convivencia de Jesús con los cobradores de impuestos y pecadores (Lc 5,27-29; 7,36-50; 19,1-10).

    La protesta de los fariseos y escribas presupone que Jesús acogía a los publicanos y pecadores. Asimismo, la protesta retorna una situación que se dio en la vida de Jesús (Lc 5,27-32) y corresponde a la conducta de los fariseos, tal y como hasta ahora ha sido presentada en el evangelio de Lucas (Lc 5,30; 7,39).

    Al reclamo que aquí se menciona, Jesús contesta con tres parábolas que interpretan esta situación inicial y la conducta de Jesús en la misma. Un pastor pierde una oveja, la busca y la encuentra; la lleva a casa e invita a sus amigos y vecinos a alegrarse de eso con él… Así es el comportamiento de Dios.

    Esta parábola es en su totalidad una pregunta que los propios oyentes pueden contestar y admite como correcta una sola respuesta: es sensato actuar como este pastor. La segunda parábola está elaborada de forma semejante: una mujer pierde una moneda, la busca y la encuentra; entonces invita a sus amigas y vecinas para alegrarse de eso con ella.

    Ambas parábolas se diferencian solamente en el hecho de que la primera es una narración de hombres y la segunda de mujeres. Cualquier hombre y cualquier mujer actúan así. Ambas parábolas reflejan el entramado de las relaciones entre Jesús, los fariseos, los escribas, los publicanos y los pecadores. A nivel de parábolas, los papeles del pastor y la mujer corresponden al de Jesús en la situación inicial; el papel de la oveja perdida y el de la dracma perdida corresponden al de los publicanos y pecadores; y el papel de las amigas y vecinas corresponde al de los fariseos y escribas. A través de la invitación, relatada en ambas parábolas, los fariseos y escribas son exhortados a entender su propio papel. Ellos deben reconocer qué sensato es el actuar de Jesús y qué insensato y sin sentido es su gruñir.

    Las dos parábolas concluyen con una observación que hace referencia al futuro y que trasciende el mundo terrenal: la alegría en el cielo por la conversión del pecador. Apelando a la instancia celestial, se produce una inversión en la valoración: el pecador que se convierte causa más alegría que el justo que no necesita la conversión. Con esta argumentación en contra de los oponentes de Jesús, ellos pierden terreno.

    A éstas dos parábolas sigue la del padre y sus dos hijos. Es curioso que ni en la introducción ni en la conclusión de esta parábola se mencione a Dios, pero, por el lugar donde está ubicada la parábola, nadie duda de que el padre represente a Dios. A diferencia de las dos anteriores, en las que la oveja y la dracma son pasivas y no tienen un papel propio, el hijo más joven tiene una historia propia y es actor. Con esto se amplía la oferta de roles a disposición de los lectores. Todos los participantes en la situación inicial (vv. 1-2) aparecen en el mundo narrado de tal manera que los lectores los ven pasar sucesivamente en sus papeles individuales en la narración.

    El hijo más joven exige del padre la parte de la herencia que le corresponde. De acuerdo con Dt 21,17, el primogénito obtiene el doble de lo que obtienen los que nacieron después de él. Según esto, al más joven le correspondía una tercera parte de los bienes como parte de la herencia. La transferencia de la propiedad del padre al hijo podía darse de dos maneras: 1. A través de un testamento. Entonces los bienes le correspondían sólo después de la muerte del padre.

    2. A través de una herencia en vida. Entonces la propiedad pasaba inmediatamente al hijo. Cabe mencionar que el derecho de disposición y de usufructo le quedaba al padre. Pero el hijo más joven no solamente exige el derecho de propiedad, sino también el derecho de disposición. Es decir, quiere un arreglo. Él convierte los bienes en dinero (literalmente: después de que él reunió todo, emigró).

    En esta época, Palestina era un típico país de emigrantes. El hambre y las guerras, así como la presión de las cargas impositivas, obligaban a muchos a buscar su futuro en las grandes ciudades portuarias y en los países del mar Mediterráneo del este. El número de judíos que vivían en la Diáspora se estimaba en aproximadamente cuatro millones, mientras que en Palestina vivían como máximo medio millón de personas.

    Fuera de Palestina, el hijo más joven despilfarra su dinero llevando una vida desordenada. El texto guarda silencio respecto a los detalles.

    Después de gastarse todo el dinero, hubo en ese país una fuerte hambre, de manera que sufrió miseria. Para poder vivir, tiene que trabajar al servicio de un ciudadano de ese país.

    Para los griegos y los romanos, el trabajo como dependiente era poco estimado. Como imagen ideal se consideraba al agricultor libre. Quien trabaja por un salario se rebajaba al nivel de un esclavo.

    Cuidar cerdos era para un judío una denigración difícilmente superable. El hijo pródigo tiene que hacerse cargo de animales impuros, pero esta denigración no le asegura el sustento necesario y él envidia a los cerdos por su comida.
    La extrema miseria le obliga a cambiar de idea: quiere regresar con su padre. En el origen mismo de este regreso está la admisión de su culpa. “Contra el cielo” es una expresión para decir “contra Dios”.

    Una conducta errónea contra el prójimo también es siempre una conducta errónea contra Dios. Solamente del contexto se puede deducir en qué ve el hijo su culpa. Según éste, el hijo menor no ve la culpa en haber exigido de su padre la herencia, sino en el modo de manejarla, porque la había derrochado y, así, había demostrado no ser digno de ella. Ahora busca una modesta existencia como jornalero. Los jornaleros son trabajadores eventuales y se les emplea adicionalmente durante los tiempos de cosecha para que ésta pueda ser acabada a tiempo. El jornal, según Mt 20,2, es un denario y no estaba considerado como espléndido: apenas alcanzaba para el sustento de una familia.

    El hijo emprende el viaje de regreso a casa de su padre. Así como el hijo se mueve hacia el padre, también el padre se mueve hacia el hijo. Cinco verbos hacen conocer la conducta del padre: lo vio, tuvo compasión de él, corrió hacia él, lo abrazó y lo besó. Los primeros dos verbos tienen su lugar en la historia de Israel: Dios vio la miseria de su pueblo en Egipto (Dt 26,7). Aunque el término “tener compasión” solamente aparece en la traducción del Antiguo Testamento en Prov 17,5, se presupone en la tradición del éxodo. Porque Dios ve la miseria de Israel, se deja impresionar para actuar. De igual forma, también Jesús se dejó conmover por la miseria de la viuda que llevaba a su hijo a la tumba (Lc 7,13).

    El abrazo y el beso son señales de cariño, y aquí son signo de la reconciliación y el perdón (Lc 7,38.45). El versículo 21 repite literalmente los v. 18b-19. El hecho de que el final, “hazme uno de tus jornaleros”, fuera omitido es resultado de la situación. Al actuar del padre no se le asigna una dirección, un límite, pero al hijo no se le deja terminar su discurso de disculpa.

    Todo lo que el padre tenía que decir al hijo lo demostró con sus gestos de saludo (v. 20b). El regalo del padre, un vestido, un anillo y calzado, puede entenderse como su readmisión como hijo, lo que significa recuperar su derecho de hijo, que había perdido a raíz de su partida.

    La alimentación diaria consistía esencialmente en pan y verduras. La carne solamente se tomaba durante días festivos especiales. Este actuar del padre está fundamentado por dos oraciones paralelas en las que los términos “muerto-vivo” no se entienden en un sentido biológico, sino que más bien definen una relación: porque la relación del padre con su hijo se había roto, es decir, ya no existía, éste estaba muerto para su padre. Ahora, como esta relación florece nuevamente, el hijo vive. Con el par de términos “perdido-otra vez encontrado” se retoman palabras clave de las dos parábolas anteriores. La fiesta es expresión de alegría y de reconciliación, plenitud de la comunidad.

    Ahora el relato se vuelve hacia el hijo mayor, cuya historia, hasta ahora, había sido omitida. Su reacción va desde el asombro y el enojo hasta el rechazo. Aun así, el padre sale a conversar con él.

    En su contestación al padre, el hijo mayor confronta su propia conducta con la del hijo más joven, así como con la reacción del padre.

    Según él, frente a su buena conducta (“a ti te sirvo y nunca actué en contra de tu voluntad”) el padre había reaccionado negativamente, mientras que a la moralmente sospechosa conducta del hijo más joven responde con una recompensa.

    Llama la atención que la conducta del más joven no es catalogada moralmente por el narrador, sino por el hijo mayor. Aunque en él v. 13 se habla de una vida desenfrenada y del derroche de dinero, no se dice que haya gastado su dinero con prostitutas: eso lo dice el hijo mayor, que acentúa la distancia con la observación “tu hijo”. Se cree que la figura del hijo mayor se corresponde con la de los fariseos delineados en Lucas: su reacción es típica de esos personajes.

    En la respuesta del padre respecto a estos reproches, él habla conscientemente al hijo mayor y le llama “hijo”. Es una forma de hablar familiar que expresa el lazo personal, lo que también afecta la propiedad y la riqueza.
    Al final de la narración está la invitación del padre a festejar en comunidad. El hecho de que, independientemente de todo lo sucedido, existe una estrecha relación entre ambos hijos se acentúa al final con la formulación “tu hermano”.

    Jesús acoge a los pecadores y come con ellos, pero los fariseos y escribas murmuran sobre su actitud conciliadora. ¿Quién tiene la razón? Tenemos que decidir, después de reflexionar.

    Lucas presenta la actitud de Dios, que parece irrazonable, pero es tan razonable como la de la mujer que busca una dracma que le pertenece o el pastor que busca una oveja de su redil.

    En la parábola del hijo pródigo cuenta mucho para el lector su identificación con una de las tres figuras: la generosa del padre, la irreflexiva del hijo menor o la egoísta e interesada del hijo mayor. El lector habrá experimentado pobreza y soledad por sus faltas; igual que para el hijo pródigo, es la hora de la conversión. El padre no olvida al hijo mayor, el envidioso y tacaño; le recuerda que el hijo menor es su hermano y propicia la convivencia de ambos. También el hijo mayor es invitado a alegrarse por el regreso de su hermano. Muchos están satisfechos por el cumplimiento de sus deberes. A ellos les invita Jesús, a través de la figura del padre, a ver de otra manera las fallas humanas y a alegrarse por el regreso del hijo menor.
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace 56 minutos
    Comentario del Santo Evangelio: Lucas 14,15-24. Sal por los caminos y senderos e insístele hasta que entre y se me llene la casa.

    En la comida a la que le habían invitado en casa del fariseo, Jesús, apoyándose en las palabras de uno de los comensales, se inspira una vez más en el contexto de la comida para contar una parábola que trata del tema de la urgencia de responder a la llamada del Reino. La parábola habla de un hombre que dio una «gran cena e invitó a muchos» (v. 16). Todos los invitados, sin embargo, se justifican «a la hora de la cena» y no se presentan (cf. vv. 17ss). El señor se irritó y, como deseaba que su casa se llenara, mandó llamar «a los pobres y a los lisiados, a los ciegos y a los cojos» (v. 21).

    La cena preparada (v. 17) puede muy bien referirse a la Pascua preparada para los discípulos antes de la pasión y, en definitiva, al banquete del Reino (cf. Lc 22,7ss): si todo está preparado y la invitación es gratuita, sólo es preciso estar disponible. La hora de la cena (v… 17) es el hoy de la salvación —un tema entrañable al evangelista Lucas—, que pide una respuesta pronta a la llamada del Señor.

    Hay mucho «sitio» (v. 22) en la sala del banquete, pero es fácil encontrar excusas, aducir pretextos. Así, muchos se dejan tentar por la invitación (Lc 9,57-62), pero luego sienten otras voces más fuertes, dan prioridad a otros bienes, materiales o afectivos: campos, bueyes, mujer (cf. vv 18-20). De éstos dice Jesús, en otro lugar: «Nadie que haya puesto la mano en el arado y vuelva la vista atrás es apto para el Reino de Dios»; sólo el que paga el precio de la renuncia recibirá cien veces más (cf. Lc 18,28-30). Los que no responden a la invitación son reemplazados con facilidad por otros, recogidos por las calles y plazas e incluso por las «veredas» (v. 23: ¿alusión a los que estaban fuera de Jerusalén?): vendrán de todas partes y «se sentarán a la mesa en el Reino de Dios» (Lc 13,29).

    Está claro que la bienaventuranza de quien come el pan del Reino (v. 15) es para todos: no es un privilegio, sino algo puramente gratuito que sólo espera ser acogido. Pero ninguno de los que la rechazan (v. 24) podrá saborear la alegría del convite.

    Estamos hechos de tal modo que nadie está completo por sí solo, nadie tiene todas las capacidades y todas las competencias posibles, nadie puede bastarse a sí mismo. Dios, que es Trinidad y Unidad, nos ha creado a imagen suya: somos «uno» no como individuos, sino sólo en la comunión, es decir, en la entrega recíproca. Cada uno de nosotros es único: si falla a la llamada de la entrega de sí, todos los demás quedan empobrecidos. Dar y darse no es, por consiguiente, un gesto de magnanimidad particular, sino la manera de ser personas humanas auténticas.

    El Señor nos invita a descubrir y vivir esta vocación humana fundamental. Y esto es tanto más urgente cuanto más vacíos de humanidad sufrimos. Muchas veces nos damos cuenta de que somos incapaces de «sentir» con el otro, de participar con verdad (y no de fachada o por conveniencia) tanto de sus dolores como de sus alegrías. Y, por otra parte, lamentamos la misma incapacidad de los demás respecto a nosotros.

    Dilatar la mirada y los espacios del corazón más allá de los asuntos que nos ocupan y preocupan en las situaciones contingentes, ciñéndonos a nosotros mismos; hacer sitio a otro con la misma atención que prestaríamos a esa parte de nuestro cuerpo que es más débil o sufre más; hacerlo a nuestra manera personalísima, según el carácter típico e irrepetible de las actitudes que tiene cada uno de nosotros... A esto nos exhorta hoy la Palabra del Señor. ¡No dejemos vacío nuestro sitio!
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace 58 minutos
    Comentario del Salmo 130. Guarda mi alma en la Paz junto a ti, Señor.

    Se trata de un salmo de súplica individual. En él vemos cómo una persona está atravesando una grave situación y, por eso, clama al Señor dirigiéndole su súplica: «¡Escucha mi voz! » (2 a). De la situación de clamor, pasa a la manifestación individual de confianza (5-6), extendiendo el horizonte de esperanza a todo el pueblo (7-8).

    Existen diferentes modos de concebir la estructura de este salmo. Uno de ellos consiste en dividirlo en dos partes: ib-4 y 5-8. La primera (ib-4) se caracteriza por el clamor (ib-2) y una cierta «negociación» del salmista con Dios (3-4). La súplica se hace desde «lo más profundo» (ib). Esta expresión nos recuerda las profundidades del mar, el abismo, la región por debajo de la tierra, que los judíos conocen con el nombre de «Seol». En la tradición de este pueblo, el «Seol» es la morada de los muertos. La situación de este individuo es tan grave que prácticamente se considera un inquilino de las profundidades o un candidato próximo, con otras palabras, parece encontrarse al borde de la muerte. En lugar de conformarse, expresa todo el malestar que siente y, sobre todo, manifiesta su esperanza acerca de un cambio de rumbo en la situación. Su gravedad nos aparece en la acción de gritar, en la voz, en las peticiones. Se invita al Señor a que escuche y preste atención, a que se fije en esa situación. El salmista suplica pidiendo gracia (compárese con 7b).

    A continuación, esta persona «negocia» con el Señor. Si Dios indaga la vida de la gente, ¿quién podrá resistir? Las culpas de todo el mundo están con toda claridad ante sus ojos (compárese con Sal 69,6 y, sobre todo, con Sal 90,8: «Pusiste nuestras faltas ante ti, nuestros secretos, ante la luz de tu rostro»). No es necesario que nadie las denuncie; tampoco es posible pretender ocultar lo que, para Dios, es más claro que la luz del sol. El contexto en que nos movemos parece ser el de un juicio. Si el Señor toma en serio todo lo que hace una persona, ¿quién podrá considerarse inocente? «Nadie», es la conclusión a que llega el salmista. ¿Qué hacer, entonces? ¿Perder la esperanza por el miedo de Dios? No. Nuestra conducta no nos declara inocentes ante él. Pero Dios tiene un modo nuevo de infundir en nosotros el respeto por él. Y este modo nuevo se llama perdón: «Pero de ti viene el perdón, y así infundes respeto» (4; compárese con Is 43,25), En la noche oscura, desde «lo más profundo» de las propias culpas, este individuo ha descubierto un rostro nuevo de Dios. Por eso espera, lleno de confianza.

    La segunda parte (5-8) habla precisamente de esperanza y de confianza. Las palabras que predominan son los verbos esperar y aguardar y el sustantivo centinela/centinelas. El Señor, su palabra y su perdón constituyen el motivo por el que esta persona espera. En una sociedad en la que el tiempo no estaba marcado por el reloj, el mejor modo de conocer las horas de la madrugada era preguntar a los centinelas apostados sobre las murallas de la ciudad. Ellos, mejor que nadie, sabían qué era eso de aguardar el alba. La imagen de los centinelas inspiró al salmista para hablar de la esperanza que tiene en el perdón del Señor: «Mi alma aguarda al Señor, más que los centinelas la aurora» (6a). Y convierte su misma esperanza en un amplio horizonte para todo el pueblo, que carece de la gracia y de la redención del Señor: «Más que los centinelas la aurora, aguarde Israel al Señor» (6b-7a). Y nos indica el motivo: «Porque del Señor viene la gracia y la redención copiosa. El redimirá a Israel de todas sus culpas» (7b-8). En la primera parte, el salmista se fijaba en sus propias culpas y suplicaba la gracia de Dios; en la segunda, vuelve su atención hacia las culpas de Israel, esperando igualmente la gracia y el rescate, es decir, la redención de parte de Dios.

    Este salmo es el resultado de un conflicto personal. Alguien clama a Dios «desde lo más profundo», a las puertas del «Seol», al borde de la muerte. Todo invita a creer que estamos ante una enfermedad grave, capaz de llevarse a este individuo a la tumba. Para el pueblo de la Biblia, la enfermedad no era sino un castigo por los pecados de quien la padecía. Al perdonarlos, el Señor restituía la salud de esa persona. El salmista es víctima de una teología cruel, que ve a Dios más como quien castiga que como quien regala la gracia y la vida. A pesar de todo, consigue formarse una idea distinta de Dios. Si el Señor fuera incapaz de mostrarse misericordioso, no sólo estaría perdida esta persona, sino también todo el pueblo pues, si Dios indaga las intimidades de cada uno, nadie conseguirá mantenerse en pie, nadie podrá ser declarado inocente cuando bajamos a lo más profundo de nuestra alma, descubrimos entonces quiénes somos realmente. Y, afortunadamente, descubrimos un nuevo rostro de Dios.

    El esquema del éxodo (clamor, escucha, el Señor que baja y libera, rescate o redención) está muy presente en este salmo. Dios se muestra, una vez más, como el Dios de la Alianza del término «redención» recuerda el rescate de esclavos). Pero hay otros aspectos igualmente interesantes. Cuando toca lo más profundo de su propia alma, el ser humano descubre su total debilidad, su inmensa miseria. Entonces, desde ahí, eleva su clamor. Y este clamor se convierte en expresión del alma y de la vida. Prestando atención al clamor, el Señor desciende para ver qué es lo que hay en nuestras regiones más profundas. Sorprendentemente, deja de analizar las culpas de la persona o del pueblo, y se presenta como un aliado que se compadece. Su respuesta es el perdón (4a), la gracia y la redención (7b). En lugar de infundir miedo por medio de castigos, infunde respeto por medio del perdón (4).

    El salmo habla de los centinelas que esperan la llegada de la aurora. En la mentalidad de aquel tiempo, la noche era la mejor ocasión para clamar al Señor, y la aurora era el momento favorable en que llegaba una respuesta llena de perdón, de gracia y de redención. Así es el Señor, luz que alumbra en nuestras profundidades, no para castigar o intimidar, sino para llenarlas y llenarnos con su luz.

    La palabra «redención» encontró un profundo eco en Jesús. En Mt 1,21 se dice que Jesús salvará (o, lo que es lo mismo, que redimirá) a su pueblo de sus pecados. Además, el episodio de Mc 2,1-12 presenta a Jesús perdonándole los pecados al paralítico. Lo cura de raíz, devolviéndole la libertad y la vida. Los doctores de la Ley entendieron este gesto como una blasfemia, y la blasfemia había de castigarse con la muerte. En Juan, Jesús conoce a las personas por dentro (Jn 2,24-25). El que acepta este juego, como es el caso de la samaritana, se convierte en misionero.

    Hay que rezar este salmo «desde lo más profundo» de cada uno, desde las propias culpas, miserias, desde nuestra necesidad de perdón y de curación del alma; podemos rezarlo cuando queramos descubrir nuevamente el rostro del Dios que perdona, que concede la gracia y la redención; también podemos hacer uso de él en nuestras peregrinaciones; cuando tenemos que respetar a Dios, no por miedo, sino por su poder que convierte en luz nuestra oscuridad, en vida nuestras situaciones de muerte...
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace aproximadamente una hora
    Confiar en Dios como un niño en brazos de su madre

    1. Hemos escuchado sólo pocas palabras, cerca de treinta en el original hebreo del salmo 130. Sin embargo, son palabras intensas, que desarrollan un tema muy frecuente en toda la literatura religiosa: la infancia espiritual. De modo espontáneo el pensamiento se dirige inmediatamente a santa Teresa de Lisieux, a su «caminito», a su «permanecer pequeña» para «estar entre los brazos de Jesús» (cf. Manoscritto «C», 2r°-3v°: Opere complete, Ciudad del Vaticano 1997, pp. 235-236).

    En efecto, en el centro del Salmo resalta la imagen de una madre con su hijo, signo del amor tierno y materno de Dios, como ya lo había presentado el profeta Oseas: «Cuando Israel era niño, yo lo amé (...). Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer» (Os 11,1.4).

    2. El Salmo comienza con la descripción de la actitud antitética a la de la infancia, la cual es consciente de su fragilidad, pero confía en la ayuda de los demás. En cambio, el Salmo habla de la ambición del corazón, la altanería de los ojos y «las grandezas y los prodigios» (cf. Sal 130,1). Es la representación de la persona soberbia, descrita con términos hebreos que indican «altanería» y «exaltación», la actitud arrogante de quien mira a los demás con aires de superioridad, considerándolos inferiores a él.

    La gran tentación del soberbio, que quiere ser como Dios, árbitro del bien y del mal (cf. Gn 3,5), es firmemente rechazada por el orante, que opta por la confianza humilde y espontánea en el único Señor.

    3. Así, se pasa a la inolvidable imagen del niño y de la madre. El texto original hebreo no habla de un niño recién nacido, sino más bien de un «niño destetado» (Sal 130,2). Ahora bien, es sabido que en el antiguo Próximo Oriente el destete oficial se realizaba alrededor de los tres años y se celebraba con una fiesta (cf. Gn 21,8; 1 S 1,20-23; 2 M 7,27).

    El niño al que alude el salmista está vinculado a su madre por una relación ya más personal e íntima y, por tanto, no por el mero contacto físico y la necesidad de alimento. Se trata de un vínculo más consciente, aunque siempre inmediato y espontáneo. Esta es la parábola ideal de la verdadera «infancia» del espíritu, que no se abandona a Dios de modo ciego y automático, sino sereno y responsable.

    4. En este punto, la profesión de confianza del orante se extiende a toda la comunidad: «Espere Israel en el Señor ahora y por siempre» (Sal 130,3). Ahora la esperanza brota en todo el pueblo, que recibe de Dios seguridad, vida y paz, y se mantiene en el presente y en el futuro, «ahora y por siempre».

    Es fácil continuar la oración utilizando otras frases del Salterio inspiradas en la misma confianza en Dios: «Desde el seno pasé a tus manos, desde el vientre materno tú eres mi Dios» (Sal 21,11). «Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá» (Sal 26,10). «Tú, Dios mío, eres mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías» (Sal 70,5-6).

    5. Como hemos visto, a la confianza humilde se contrapone la soberbia. Un escritor cristiano de los siglos IV y V, Juan Casiano, advierte a los fieles de la gravedad de este vicio, que «destruye todas las virtudes en su conjunto y no sólo ataca a los mediocres y a los débiles, sino principalmente a los que han logrado cargos de responsabilidad con el uso de la fuerza». Y prosigue: «Por este motivo el bienaventurado David custodia con tanta circunspección su corazón, hasta el punto de que se atreve a proclamar ante Aquel a quien ciertamente no se ocultaban los secretos de su conciencia: "Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad". (...) Y, sin embargo, conociendo bien cuán difícil es también para los perfectos esa custodia, no presume de apoyarse únicamente en sus fuerzas, sino que suplica con oraciones al Señor que le ayude a evitar los dardos del enemigo y a no ser herido: "Que el pie del orgullo no me alcance" (Sal 35,12)» (Le istituzioni cenobitiche, XII, 6, Abadía de Praglia, Bresseo di Teolo, Padua 1989, p. 289).

    De modo análogo, un antiguo texto anónimo de los Padres del desierto nos ha transmitido esta declaración, que se hace eco del Salmo 130: «No he superado nunca mi rango para subir más arriba, ni me he turbado jamás en caso de humillación, porque todos mis pensamientos se reducían a pedir al Señor que me despojara del hombre viejo»
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        Melisa Garcia Que tema tan dulce y tierno la infancia espiritual, estar de la mano con elŚeñor como un pequeño niño,confiando plenamente en EL.
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace aproximadamente una hora
    COMENTARIO AL SALMO 130

    Al comienzo del salmo se dice que es un «cántico gradual» o «canción de las subidas» en peregrinación a Jerusalén y a su Templo. La Biblia de Jerusalén da a este salmo el título de Con espíritu de infancia. El alma en paz se abandona a Dios, sin inquietud ni ambición. La misma confianza filial se pide a todo el pueblo de Dios (v. 3).- Para Nácar-Colunga el título de este salmo es Confesión de humildad. Humillado ante Dios, el salmista confía en Él e invita a Israel a la misma confianza. De un modo delicadísimo se exalta el espíritu de «infancia espiritual». En todo se ve la providencia divina y por eso nada turba al alma.- «Confianza filial en Dios. Afrontamos la vida con realismo, porque Dios nuestro Padre nos sale al encuentro a través de personas, acontecimientos y cosas. No hay que buscarle en otro sitio fuera de la realidad tal como es. Es la actitud filial de humildad y de mansedumbre, a la que nos invita Cristo (Mt 11,29). Es la infancia espiritual o el hacerse como niños (Mt 18,3)»

    * * *

    La paz del alma en unión con Dios

    Este bellísimo poema, el salmo 130, expresa la profunda humildad del alma que se entrega sin pretensiones a los caminos secretos de la Providencia. Este espíritu de infancia espiritual refleja una exquisita sensibilidad religiosa en un tiempo en que aún no se tenían luces sobre la retribución en el más allá. Las cosas grandes y fascinadoras de esta vida no turban su serenidad profunda espiritual. Todas sus ambiciones están sujetas a los designios misteriosos de Yahvé sobre su vida.

    El salmista simboliza en esta confesión a la clase selecta de piadosos que viven profundamente la religión de sus padres en medio de un ambiente materializado. Como es de ley en esta colección de salmos «graduales», la composición termina con una alusión a la colectividad de Israel para que pueda servir para los peregrinos que se acercaban a la ciudad santa.

    Desde el punto de vista literario, la pieza es exquisita: «Es una perla en el Salterio, un brevísimo poema, que con unas sencillas palabras expresa lo que hay de más alto, lo que sobrepasa toda inteligencia, y dice más que muchas palabras: la paz del alma en Dios» (Kittel). «En la escuela del sufrimiento, de la humillación, de los fracasos repetidos, el salmista ha aprendido la resignación tranquila, la humildad sincera, la renuncia a proyectos demasiado grandiosos y quizá a los deseos desbordantes de un patriotismo humano... Está sobre el seno de su Dios como el niño a los pechos de su madre...» .

    La paz del alma unida a Dios. La soberbia se manifiesta en la mirada altanera y despectiva. El salmista, en cambio, mantiene un continente mesurado, reflejo de la humildad de su corazón. Poseído de su espíritu conformista y humilde, el salmista renuncia a toda empresa demasiado ardua y brillante, dando de lado a las ambiciones desmesuradas para no enorgullecerse y dar ocasión a apartarse de su Dios. Con todo cuidado ha disciplinado sus desordenados deseos para mantenerse ante Yahvé en la actitud del niño de pecho que se entrega totalmente a la solicitud de su madre. El salmista termina deseando a Israel que tenga este espíritu de confianza absoluta en su Dios, aceptando, sumiso, sus misteriosos designios históricos. El verso 3 tiene el aire de una epifonema (exclamación referida a lo que anteriormente se ha dicho, con la cual se cierra o concluye el pensamiento a que pertenece) litúrgico, quizá de adición posterior.
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace aproximadamente una hora
    SALMO 130

    Abandono confiado en los brazos de Dios
    1Señor, mi corazón no es ambicioso,
    ni mis ojos altaneros;
    no pretendo grandezas
    que superan mi capacidad;
    2sino que acallo y modero mis deseos,
    como un niño en brazos de su madre.

    3Espere Israel en el Señor
    ahora y por siempre.
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace aproximadamente una hora
    9 Sea el amor sin fingimiento. Aborreced lo malo. Estad firmemente adheridos a lo bueno. 10 Con el cálido afecto de hermanos amaos cordialmente los unos a los otros. En cuanto a la estimación, tened por más dignos a los demás. 11 En vuestro celo no seáis negligentes. En el espíritu, manteneos fervientes. Servid (al precepto) del tiempo. 12 Vivid gozosos en la esperanza, firmes en la tribulación, constantes en la oración. 13 Socorred las necesidades de los hermanos en la fe. Practicad la hospitalidad. 14 Bendecid a los que os persiguen; bendecidlos, y no los maldigáis. 15 Alegraos con los que se alegran. Llorad con los que lloran. 16 Tened unos con otros el mismo sentir no abrigando sentimientos de grandeza, sino dejándoos llevar al trato con los humildes. «No os tengáis por sabios ante vosotros mismos» (Prov 3,7). 17 A nadie devolváis mal por mal. «Procurad hacer el bien aun delante de todos los hombres» (Prov. 3,4). 18 Si es posible, y en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. 19 No os venguéis personalmente, queridos míos, sino dad lugar a la ira (de Dios). Porque escrito está «A mí me corresponde la venganza; yo daré el pago merecido, dice el Señor» (Dt 32,35). 20 Antes bien: «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Porque, haciendo esto, ascuas ardientes acumularás sobre su cabeza» (Prov 25,21s). 21 No te dejes vencer por el mal, sino vence al mal con el bien.

    El Apóstol da una serie de instrucciones para una conducta ordenada. En este catálogo de exhortaciones no resulta posible descubrir un tema constante o un determinado ordenamiento de cada una de las amonestaciones. De todos modos, aparece en primer término y por encima de las demás la exhortación al amor. Un amor que debe ser «sin fingimiento». Y se insiste especialmente en el amor a los hermanos (v. 10). El amor es el fundamento último de la conducta cristiana; así lo demuestran con singular relieve una vez más las instrucciones de 13,8-10. En esta sección de 12,9-21 la posición incomparable del amor queda un poco velada por venir dentro de una lista de numerosas exhortaciones, bien que ocupe el primer lugar; concretamente el amor a los hermanos aparece como una exhortación más entre otras varias.

    Si se pregunta cuál es el distintivo cristiano entre las actitudes que aquí se mencionan, no sería fácil responder de forma satisfactoria cuál de todas estas virtudes es la primera y más específica de cuantas han de practicar los cristianos. Cabría referirse ante todo tanto al fervor de espíritu que se nos ha dado (v. 11), como a la esperanza que nos alegra (v. 12). Las afirmaciones que aquí se hacen sobre el espíritu y la esperanza, como fuerzas condicionantes de la conducta cristiana, sin duda que Pablo no las entiende en un sentido diverso del que les otorga en otros pasajes (véase especialmente el capitulo . Pero en conjunto Pablo no presenta aquí unas posturas específicamente cristianas, sino más bien unas actitudes que también puede adoptar el no cristiano por otros motivos racionales. Que se haya de aborrecer el mal y tender al bien (v. 9) es un principio ético de validez universal, que aún vuelve a repetirse un par de veces dentro de esta misma sección (v. 17 y 21). Pablo se apropia aquí en parte puntos de vista y preceptos morales de la ética helenística y judía de su tiempo. Tampoco hay que pasar por alto el empleo de citas sapienciales del Antiguo Testamento y del judaísmo y sus exhortaciones: v. 16.17 y 20. Pero lo específicamente cristiano de las amonestaciones paulinas no hemos de buscarlo en cada uno de los contenidos concretos, sino más bien en el hecho de que a través de todo eso se realiza la ofrenda del propio cuerpo de los cristianos (cf. 12,1).

    En su conducta moral los cristianos pueden hacer las mismas cosas que quienes no lo son y obran de acuerdo con su recta conciencia; sin embargo, no se trata de la misma realidad. Pues el cristiano puede llevar a efecto múltiples obras buenas, en las que pone su esfuerzo, como exigidas por Dios, y desde luego como preceptos que es preciso observar en la hora presente, sin que por lo mismo realice todavía un acto sagrado propiamente dicho. Esto es lo que pondría especialmente de relieve el v. 11 que manda «servir al precepto del tiempo»45. Según el v. 2 pertenece al cristiano el juzgar rectamente «cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto». Ahora bien, esto acontece precisamente cuando me esfuerzo por comprender cuál es la voluntad de Dios ahora, en este nuestro tiempo, en este nuestro momento. Reconozco la voluntad de Dios cuando tomo en serio este mi tiempo y en él descubro la presencia divina. El cristiano procura responder a esa voluntad.
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    José Francisco Ramos Gómez
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    Carta de san Pablo a los romanos 12, 5-16:

    “Hermanos: Nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está al servicio de los otros. Los dones que poseemos son diferentes, según la gracia que se nos ha dado, y se han de ejercer así: Si ese don es la predicación, teniendo en cuenta a los creyentes; si es el servicio, dedicándose a servir; si es la enseñanza, dedicándose a enseñar...

    Hermanos, que vuestra caridad no sea una farsa: aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo...”

    Diversidad y armonía; reconocimiento de los valores de cada uno y puesta en servicio de los mismos; acogida de los dones de Dios y fructificación en obras de solidaridad que nos traigan felicidad en la verdad. Sea éste nuestro lema de vida.
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    José Francisco Ramos Gómez
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    Primera Lectura: Romanos 12, 5-16ª. Cada miembro está al servicio de los otros.

    Del anuncio de gracia —la buena noticia de que Cristo ha muerto y resucitado por nosotros, la novedad del amor gratuito del Padre— hace derivar Pablo el código de la nueva humanidad: si Dios es amor gratuito, también los hombres deben concebir su vida como don... De la gracia a la gratuidad, de la cháris a los charísmata.

    Los cristianos constituyen, en Cristo, los muchos y diversos miembros de un único cuerpo. A cada uno de ellos se le da un don, una manifestación diferente de la gracia, un modo específico de vivir la gratuidad. Lo que importa es entender el don como don, no como posesión: como algo dado para la utilidad común (cf. 1 Cor 12,7), para edificar la comunidad en la caridad, para que cada uno camine con los otros hacia la plena humanidad de Cristo (cf. Ef 4,11-16). Es preciso cultivar, por tanto, la humildad y la caridad. La « humildad» (v. 16) consiste en tener una justa valoración de nosotros mismos (cf. Rom 12,3), para servir al Señor en la comunidad llevando a cabo lo que nos corresponde con pasión y con sencillez. La «caridad» es el modo y el fin del servicio: una actitud de bendición respecto a cada hombre, una compasión que comparte los «sentimientos» del otro acogiendo sus alegrías y sus dolores, una confianza serena y perseverante en la oración que atraviesa las estaciones de la tribulación y de la esperanza. La caridad excluye la hipocresía (v. 9: farsa) para animar de manera auténtica las fibras de nuestra existencia.
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    José Francisco Ramos Gómez
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    Romanos 12,5-16

    Pablo ha terminado el tema del destino de Israel y, con él, la parte más teológica de su carta. Ahora, a partir del capítulo 12, se fija en algunos aspectos de la vida de la comunidad cristiana.

    Sobre todo es la unidad la que le preocupa. La Iglesia es como un cuerpo orgánicamente unido y diversificado en sus miembros. Cada miembro de este cuerpo tiene sus dones particulares: pre...Ver más
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace aproximadamente una hora
    Comentario de la Primera Lectura: Rm 12, 5-16a

    Terminada la exposición «doctrinal», he ahí la parte de «aplicaciones prácticas» de orden más moral: hay que sacar conclusiones concretas... ¿cómo viviremos, ahora que hemos comprendido mejor el designio de Dios?

    -Todos nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte los unos miembros de los otros.

    La primera consecuencia concreta es la «unidad» de la comunidad cristiana. Era uno de los grandes problemas de san Pablo. Los primeros cristianos venían de ambientes muy diferentes, con usos y costumbres diametralmente opuestos los unos a los otros. El peligro de cisma, de escisión, de secta, amenazaba siempre. También ocurre así HOY, en que los conflictos parecen exasperarse.

    San Pablo empieza dando el «principio» de la unidad, el «Cuerpo único que nosotros formamos». La frase es casi intraducible; en el texto griego, las palabras «oí polloi en soma esmen» son voluntariamente aproximativas... «los muchos un cuerpo somos»...

    La unidad de la Iglesia queda así establecida en su más profundo nivel: aquel a quien no acepto, aquel que me pone los nervios de punta, aquel que tiene opiniones enteramente opuestas a las mías, aquel que me hace sufrir... ¡es un «miembro de mí mismo»! somos «miembros los unos de los otros».

    -Según la gracia de Dios, hemos recibido dones «diferentes».

    ¡No nos parecemos! Tanto mejor. Somos «diferentes».

    Tanto mejor. Ha sido hecho adrede. Dios lo ha querido así. Es un don de Dios. Pero, en conjunto, no nos gusta.

    No nos gustan las diferencias entre nosotros. Esto no es agradable. Las cosas serían mucho más fáciles si todo el mundo se pareciese a «mi» y pensara como «yo».

    -Don de profecía... Don de servicio... Don de enseñar... Don de animar... Don de dirigir... Don de abnegación...

    Pablo insiste sobre la diversidad de los dones de Dios.

    Ningún orgullo, dice. Lo recibido no es para sí.

    Concédeme, Señor, no humillar los «dones» de los demás...

    Concédeme, Señor, no humillar a los demás con mis propios dones...

    Concédeme poner todos mis dones al servicio del conjunto.

    Ayúdanos, Señor, a descubrir y a valorar los dones de los demás... a ayudarlos a desplegar su personalidad, a ocupar su lugar en la comunidad. Dedico un rato a descubrir los «dones» de los que me rodean... Es una oración que ha de hacerse a menudo.

    -Manteneos unidos los unos a los otros con afecto fraterno...

    Fraternidad...

    -Sed respetuosos, rivalizando en la estima mutua...

    Es el reconocimiento de los dones...

    -No frenéis el empuje de vuestra generosidad... dinamismo, empuje...

    -Dejad surgir el Espíritu... ¡Es extraordinaria esta fórmula audaz!

    -Manteneos siempre al servicio del Señor... Pablo nos lo dijo ya: «servidores».

    -Que la esperanza os mantenga alegres... Cuando viene la alegría, aceptarla.

    -En las tribulaciones sed enteros... No os rajéis. Aguantad.

    -Compartid... Que vuestra casa sea siempre acogedora...

    ¡Todo un programa!

    -Bendecid a los que os persiguen. Desead el bien para ellos...

    No es nada fácil, Señor.

    -Alegraos con los que se alegran. Llorad con los que lloran...

    Adaptarse a los sentimientos de los demás: mantened relaciones interpersonales.

    -Estad de acuerdo entre vosotros... San Pablo es reiterativo ¡Las cosas no se arreglan en seguida!

    -No penséis en grandezas... No queráis dominar. Dejaos atraer por lo humilde...

    Así, las altas consideraciones doctrinales, teológicas. terminan en estos consejos sencillos y concretos que es preciso releer y a partir de los cuales hay que orar.
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace aproximadamente una hora
    "La Palabra necesariamente se enciende como un sol de rayos esplendorosos de justicia, en estos tiempos de ceguera universal, para iluminar a los gobernantes de este mundo interesando de ellos que dejen de ser ciegos, sordos y mudos. Esa misma luz, que también ilumina el camino estrecho, angosto y difícil de encontrar y que lleva a todos a la presencia del único Dios".

    MARTES DE LA XXXI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Feria. 5 de Noviembre del 2013 . 3º semana del Salterio. (Ciclo C) TIEMPO ORDINARIO. AÑO DE LA FE. Santos: Zacarías e Isabel (Elsa, Elisa, Liliana, Lisa, Babet, Betty), padres de Juan el Bautista; Galación, Epistema, Filoteo, Domnino, Teótimo, Silvano, Félix, Eusebio, Filoteo, mártires; Marcos, Fibicio, Román, Magno, Dominador, Milforte, obispos; Leto, presbítero; Marciana, Bertila, vírgenes; Rómulo, abad; María Rafols, fundadora de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, beata.. Ángela de la Cruz vg, Bertila ab, Domingo Mâu pb mr, Guido M. Conforti ob. Beatos María Rafols vg. Santoral Latinoamericano. SS. Zacarías, Isabel, Silvia.
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace aproximadamente una hora
    LITURGIA DE LA PALABRA.

    Rom 12,5-16a: “Cada miembro está al servicio de los otros”
    Sal 130: Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor.
    Lc 14,15-24: “Vengan, ya todo está preparado”
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace aproximadamente una hora
    **La parábola del banquete del reino muestra cómo los que están empeñados exclusivamente en sus negocios (“compré un terreno, te ruego que me disculpes”), en el frenesí de su trabajo (“compré cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas”) o en la exclusividad del círculo familiar, no pueden entrar a participar plena y gozosamente en la vida comunitaria. Esta exige una disponibilidad generosa y la aspiración de construir algo más grande que los pequeños negocios y trabajos familiares. Va de la mano con el “dejar todo” para servir al reino de Dios. Por estas razones, aquéllos que están empeñados en sus propias preocupaciones sin mirar el horizonte de los pueblos, sin valorar las utopías históricas, no están aptos para participar del banquete del reino. Este necesita de una apertura a todos los seres humanos y a todos los ideales de humanización. Por esto, los invitados son aquéllos que tienen realmente esperanza histórica y confían en que pueden construir la nueva casa del Señor. Esta es un proyecto alternativo, un mundo donde no hay excluidos y donde lo importante no es la productividad ni el lucro, sino la máxima expresión de la Creación: el ser humano, que es el centro de la acción de Dios en el mundo.

    **San Zacarías y Santa Isabel, padres de Juan el Bautista
    La alabanza más sintética, autorizada y profunda que se ha dicho de este matrimonio es que «ambos eran justos ante Dios». Fue nada menos que el evangelista san Lucas quien la hizo.

    Se sabe que él era sacerdote del templo de Jerusalén y que su esposa Isabel era pariente –puede ser que prima– de la Virgen María. Se sabe, también por el testimonio evangélico y por sus propias palabras, que eran ya mayores y que no habían logrado tener descendencia por más deseada que fuera.

    Un día, cumple Zacarías el oficio sacerdotal y, mientras ofrece el incienso, ve un ángel –se llama Gabriel– que le dice: «Tu oración ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo al que pondrás por nombre Juan».

    Aunque Zacarías es un hombre piadoso y de fe, no da crédito a lo que está pasando. Cierto que los milagros son posibles y que Dios es el Todopoderoso, cierto que se cuenta en la historia un repertorio extenso de intervenciones divinas, cierto que conoce obras portentosas del Dios de Israel, pero que «esto» de tener el hijo tan deseado le pueda pasar a él, y que su buena esposa –«ahora» que es anciana– pueda concebir un hijo... en estas circunstancias... vamos, que no se lo cree del todo por más que a un ángel no se le vea todos los días.

    El castigo por la debilidad de su fe será la mudez hasta que lo prometido de parte de Dios se cumpla. Cuando nace Juan –el futuro Bautista–, Zacarías recupera el habla, bendice a Dios y entona un canto de júbilo, profetizando. También Isabel prorrumpió en una exclamación sublime –que repetimos al rezar cada Avemaría– cuando estaba encinta y fue visitada por la Virgen: «Bendita tú entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre». Añadiendo: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte de Dios!».

    Con Zacarías e Isabel, la fe es aclamada con exultación y reconocida en su inseparable oscuridad.
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace aproximadamente una hora
    **PRIMERA LECTURA.
    Romanos 12,5-16a
    Cada miembro está al servicio de los otros miembros

    Hermanos: Nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros. Los dones que poseemos son diferentes, según la gracia que se nos ha dado, y se han de ejercer así: si es la profecía, teniendo en cuenta a los creyentes; si es el servicio, dedicán...Ver más
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace aproximadamente una hora
    ** Salmo responsorial: 130
    R/.Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor.

    Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad. R.

    Sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre. R.

    Espere Israel en el Señor ahora y por siempre. R.
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    José Francisco Ramos Gómez
    Hace aproximadamente una hora
    ** SANTO EVANGELIO.
    Lucas 14,15-24
    Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa

    En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: "¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!" Jesús le contestó: "Un hombre daba un gran banquete y convidó a muncha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: "Venid, que ya está pre...Ver más
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    No hay mayor milagro que el de la vida, y como todo milagro debe servir también para crecer espiritualmente. Os dejo a todas aquellas mujeres que van a ser madres madres un par de oraciones a San Ramón Nonato patrón de las embarazadas, y cuya devoción está muy extendida a lo largo del mundo. NOVENARIO ESPECIAL DE EMBARAZADAS Se hace una vez al mes, empezando desde el mes en que conocen que este embarazadas. Oh San Ramón Nonato prodigioso. A Vos vengo movida de la grande benignidad con que tratáis a vuestros devotos. Aceptad, Santo mío, estas oraciones que de muy buena gana te ofrezco, en memoria de tus oraciones tan meritorias, que alcanzaron de Dios el que os haya constituido especial patrón de las embarazadas. Aquí está, Santo mío, una de ellas que se pone humilde debajo de vuestra protección y amparo, suplicándoos que así como se conservó siempre invicta vuestra paciencia en todos aquellos ocho meses en que fuiste tan singularmente martirizado con el candado y otras penas que pasasteis dentro de la tenebrosa mazmorra y en el mes noveno salisteis libre de todas aquellas prisiones, así Santo y abogado mío, os pido humildemente me alcancéis de mi Dios y Señor el que la criatura que está encerrada en mis entrañas se conserve en vida y salud por espacio de los ocho meses, en el noveno salga libre a la luz de este mundo, haciendo Vos, Santo mío, que así como el día que salió vuestra alma de vuestro cuerpo fue un día Domingo, que es día de gozo y regocijo, así el día de mi parto sea de todo contento y gozo, con todas aquellas circunstancias que Vos sabéis que más convienen a mayor gloria de Dios y vuestra y salvación de mi alma y la de mi hijo. Amén. ORACIÓN PARA UN FELIZ PARTO Oh excelso patrono, San Ramón, modelo de caridad para con los pobres y necesitados, aquí me tenéis postrado humildemente ante vuestros pies para implorar vuestro auxilio en mis necesidades. Así como era vuestra mayor dicha ayudar a los pobres y necesitados en la tierra, socorredme, os suplico, oh glorioso San Ramón, en esta mi aflicción. A vos, oh glorioso protector acudo para que bendigáis al hijo que llevo en mi seno. Protegedme a mí y al hijo de mis entrañas ahora y durante el parto que se aproxima. Os prometo educarlo según las leyes y mandamientos de Dios. Escuchad mis oraciones, amante protector mío, San Ramón, y hacedme madre feliz de este hijo que espero dar a luz por medio de vuestra poderosa intercesión. Así sea. ORACIÓN Dios todopoderoso, cuyo Hijo quiso nacer de la Virgen María, por la obra del Espíritu Santo, para librar a los hombre de la muerte y otorgarles el don de la nueva vida; atiende los deseos de ésta hija tuya, que te suplica por el hijo que espera; concédele tu abundante bendición y bendice también el fruto de su vientre; y, por intercesión de San Ramón Nonato, abogado y protector suyo, haz que tenga un parto feliz, para que la madre que da la vida y el hijo que la recibe te alaben juntamente y proclamen tu bondad. Por Jesucristo nuestro Señor. AMÉN
      
    Gracias por el presente, por el hoy y por el Ahora, Gracias por el futuro, venga como venga, sobre todo si ese camino lo hago en tu presencia señor..
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    Te quiero porque tus manos trabajan por la justicia. Mario Benedetti.
      
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    +Cómo Empezó la Devoción a la infancia de Jesús+ Cuentan los antiguos narradores que la devoción al Niño Jesús empezó en el monte Carmelo, en Israel, pues a ese hermoso monte, cercano a Nazareth, se dirigía frecuentemente el Divino Niño acompañado de sus padres José y María, y de sus abuelitos, San Joaquín y Santa Ana, a pasear y a rezar, y que los piadosos hombres que allí se reunían para orar le fueron tomando gran aprecio y cariño al amabilísimo Niño. Después de que el Divino Redentor subió al cielo, los religiosos moradores del monte Carmelo siguieron recordando con gran cariño y devoción al Niño Jesús. Tiempo después, cuando los carmelitas se extendieron por Europa, éstos fueron llevando por todas partes la devoción al Niño Jesús. Ya en el año 1200, San Antonio de Padua, y en 1500 San Cayetano, le tuvieron mucha devoción al Niño Jesús. Es por esta razón que en los cuadros se pinta a estos santos llevando en sus brazos al Niño Jesús. Pero quienes vinieron a popularizar más la devoción al Divino Niño Jesús, fueron Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz (1550). De Santa Teresa se narra que subiendo por una escalera hacia un corredor, le pareció ver al Niño Jesús que la saludaba muy amablemente. Desde entonces la santa llevó siempre en sus viajes una estatuita del Niño Jesús, y en todas las casas de su comunidad mandaba colocar y honrar una bella imagen del Niño Jesús, que casi siempre ella misma dejaba de regalo al despedirse. Los padres Carmelitas y las Hermanas Carmelitas, siguiendo el ejemplo de sus santos fundadores, Santa Teresa y San Juan de la Cruz, se han propuesto propagar donde quiera que llegan la devoción al Milagroso Niño Jesús, que no es la creencia de que una imagen de yeso, metal, tela o cartón nos va a hacer un milagro (porque las imágenes no pueden hacerle milagros a nadie) sino el honrar los 12 primeros años de Jesús en la tierra, los años de su infancia, y por los méritos que Jesús ganó en sus 12 años de niñez, pedir a Dios todos los favores que necesitamos. En el año de 1936, Nuestro Señor le hizo a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento una promesa que se ha hecho muy famosa: " Todo lo que quieras pedir, pídemelo por los méritos de mi infancia, y tu oración será escuchada ". Muchísimos devotos en el mundo entero han hecho el ensayo de pedir favores a Dios por los méritos de la infancia de Jesús, y han obtenido favores admirables. -Un minuto con el Niño Jesús: Bendiceme, Niño Jesús y ruega por mi sin cesar. Aleja de mí, hoy y siempre el pecado. Si tropiezo, tiende tu mano hacia mi. Si cien veces caigo, cien veces levántame. Si me dejas Niño, ¿que será de mi? En los peligros del mundo asísteme. Quiero vivir y morir bajo tu manto. Quiero que mi vida te haga sonreír. Mirame con compasión, no me dejes Jesús mio. Y, al final, sal a recibirme y llevame junto a Ti. Tu bendición me acompañe hoy y siempre. Amén. Aleluya. Rezar un gloria.
      
    Amado Sagrado corazón de Jesús YO STEFANO ALESSANDRO RUOCCO SALAS deseo que me des Cada Una de las Vivencias en mi Vida, La Esencia en mi Persona y el Buen Ejemplar a Seguir de TITO SCHIPA Yo Ya tomar en mi Vida, deseo ser un Hombre más Señorial, mas Caballero, Mas Romántico, Un Hombre más Responsable, un Hombre más Elegante Espiritualmente, un Hombre más Sentimental, más Sensible, más Flexible, deseo ser un Hombre Mas Talentoso como Escritor, tener la Inspiración Divina, triunfar en la vida Literaria, deseo que me bendigas con dos Hermosas Hijas, Deseo formar mi familia, deseo ser un Hombre más Melancólico con Mucha Melancolía, deseo ser un Hombre más Entregado a Ti Mi Dios, a mis Padres, a la Gente, a mis Amistades y a la Iglesia, gracias, en ti confió, que se haga tu voluntad, Amen, Amen… Firma: STEFANO ALESSANDRO RUOCCO SALAS…. LES SUPLICO MUY AMABLEMENTE AMIGOS, AMIGAS QUE LEAN MIS PETICIONES A DIARIO CON MI FIRMA, ROGANDOLES QUE ATIENDAN MI PEDIDO PERSONAL PARA EL SAGRADO CORAZON DE JESUS, TENGO CERTEZA, ESPERANZA Y UNA GRAN CONFIANZA EN QUE ATRAVES DE TODOS Y TODAS USTEDES EL SAGRADO CORAZON DE JESUS, EL SAGRADO CORAZON DE JESUS YA ME ESTARA DANDO CADA UNA DE LAS VIVENCIAS EN MI VIDA, LA ESENCIA EN MI PERSONA Y EL BUEN EJEMPLAR A SEGUIR DE TITO SCHIPA, COMO PUEDA YA ESTAR REALIZANDO CADA UNO DE MIS SUEÑOS, DESEOS Y ANHELOS NACIDOS DE MI CORAZON…. RECEN, RECEN OS PIDO QUE RECEN POR MI, MANTENGAME EN ORACION DIARIAMENTE. UN GRAN ABRAZO. NO ME FALLEN POR FAVOR.
      
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